El abogado del Diablo

Pongamos que Wert es el Diablo. No es pedir mucho a la imaginación, teniendo en cuenta los términos empleados en las redes sociales para referirse a su persona, así como las encuestas que lo sitúan como uno de los políticos menos queridos por la ciudadanía. El mismísimo demonio, pues. Pongamos que yo soy su abogado, uno de esos que tiene que taparse las narices para litigar en pro de su defendido.

Un gran sector de eso que se llama “comunidad educativa” se refiere al sociólogo como el ministro que pasará a la historia por destruir la enseñanza pública. Palabras mayores. Aceptemos, por ahora, que las medidas adoptadas por Wert son gravemente perjudiciales para el normal desarrollo del sistema educativo. ¿Le convertiría eso en promotor principal de la hecatombe? No, Señoría.

Algunos de los convocantes de las movilizaciones y huelgas previstas, sostienen, sin embargo, lo contrario. Según ellos, España goza de “un buen sistema público educativo”, contra todas las evidencias e informes, nacionales e internacionales, que lo desmienten. Asimismo, declaran no estar dispuestos a renunciar a la “herencia recibida”. Pero, ¿qué herencia es esa? ¿La que incluye un fracaso escolar elevadísimo? ¿La que alcanza un porcentaje del 30% de niños que no saben leer al concluir la Primaria? ¿La que ha recrudecido el acoso escolar y los problemas disciplinarios? ¿La que exhibe el bachillerato más corto de Europa? ¿La que consiente dispensar un título hasta con tres asignaturas suspensas? Es un legado como para estar muy orgullosos, no cabe duda.

Wert no puede ser culpable de un crimen que aún no ha cometido, a menos que los miembros de la Plataforma dispongan de instrumentos anticipatorios como los de Minority Report. El fiambre lleva muchos años en la bandeja del forense, por lo que al Ministro le restaría, como mucho, oficiar las exequias. Ya hemos hablado aquí de horas y ratios, y de cómo podrían arbitrarse reducciones en el gasto que compensaran los perjuicios de aquellos aumentos. Lo que resulta difícil de admitir, por hiperbólico, partidista y sesgado, es que los tijeretazos de Wert supongan el mayor ataque conocido a la enseñanza pública. ¿Que puede haber 36 alumnos en un aula de la ESO? Terrible, sin duda, pero no tanto por la cifra como por la ESO. ¿Que el aumento de horas conlleva la no contratación de interinos? Cierto y doloroso, sobre todo para aquellos que aprobaron las oposiciones y se vieron relegados por unos criterios de selección pensados a la medida de los eventuales “pata negra”. Muchos profesores sin plaza se beneficiaron de concursos restringidos, en los que la nota del examen no pasaba de nota a pie de página, y, entonces, no oí a (casi) nadie poner el grito en el cielo. ¿Que para completar horario habrá que dar clase de asignaturas que no son de nuestra especialidad? Como si eso fuera algo nuevo. ¿Que no se cubrirán las bajas hasta pasados diez días? Plugo a Dios (disculpe, Sr. Wert, por mencionarle la bicha) que no sobrepase tal plazo. No, la Enseñanza Pública no se va a morir en las próximas fechas, por la sencilla razón de que ya está muerta. Y ni la CEAPA (esa simpática asociación de padres progres que está contra los deberes escolares porque fomentan la desigualdad), ni CCOO ni UGT movieron un dedo hasta que les han tocado las subvenciones.

Por esa razón, no iré a la huelga del día 22: no se va de la mano de quien le procura a uno la desgracia. Seguiremos analizando, criticando lo criticable y apoyando movilizaciones que tengan como objetivo básico promover una reforma profunda del sistema. Para perder el tiempo con los conformistas, prefiero entrar en el aula y pelearme con 36 adolescentes irrationales.

Será que soy muy raro.

P.S.:

1. Este año imparto clase sólo a grupos del Primer Ciclo de la  ESO. Los tres segundos tienen todos entre 32 y 33 alumnos matriculados.

2. Desde hace años doy clase en un sótano, al lado de la caldera, sin apenas ventilación. No es infrecuente ver alguna que otra cucaracha bailando La Cumparsita.

3. No pudiendo asumir las horas de 4º de ESO, se las han adjudicado a una nueva profesora cuya especialidad es… Cocina.

4. Desde que tengo uso de razón docente, me he comido guardias y más guardias en espera de que llegara el sustituto del profesor X o la maestra Y.

5. En mi centro es normal que, cada año, se registren unas 1500 sanciones disciplinarias sólo en el Primer Ciclo de la ESO.

6. Todo esto sucedió – y sucede – antes de Wert, aka El Diablo.

7. No hay más preguntas, Señoría.

Calle del Circo, 41001 Sevilla, España

11 respuestas a «El abogado del Diablo»

  1. Pues sí. Parece que los cocogetos han despertado, de golpe, de una larga siesta subvencionada con una lluvia de millones de euros, y se han dado cuenta de que dicen que son defensores de la enseñanza pública.

    Pero yo solo los he visto firmando con la CEJA (no pun intended), año tras año, todos los cambios normativos (y de los otros) que son los que nos han traído hasta donde estamos.

    Y ahora vienen y se presentan como el que acaba de llegar al botellón, y descubre que el suelo está asqueroso, que los chavales andan tirados y vomitando, etc.

    Como si todo lo que nos ha caído encima en todos estos años-logse hubiera sido contra su voluntad. Menudos caraduras.

  2. Para enmarcar, Nacho. Pero antes de enmarcarlo, 4º párrafo, 5º renglón, «arbitraRse». Espero que los cataclismos anunciados para el 2012 no destruyan este documento. Por si las llamaradas solares, envuélvelo en papel de aluminio.

  3. Completamente de acuerdo con todo, Nacho, y, como siempre, lo has dicho mejor que nadie. Mil gracias. Leerte siempre consuela porque uno se siente menos solo cuando alguien tan lúcido como tú dice lo que siempre has pensado pero nunca has sabido decir.

    Y, sin embargo, yo sí iré a la huelga el día 22. Porque si tenemos un cadáver lo adecuado es intentar resucitarlo y no rematarlo. Wert no es culpable y los sindicatos sí lo son. Pero Wert es culpable, a mi juicio, de decidir que para la operación no hace falta ni cloroformo ni vendas ni bisturí ni médico siquiera. Todas tus posdatas deberían leerlas los padres, los políticos y los sindicalistas liberados, que son los que no pisan los centros y no saben lo que allí ocurre. A los profesores nos sobran porque todos sabemos que son verdades como puños. Pero los recortes suponen aún más de lo mismo, y lo mismo es una dirección errónea.

    Me gustaría que la huelga no la convocasen los sindicatos y me fastidia ir con ellos a ninguna parte… pero también me fastidia que además de todas las jugadas que me han hecho, la más impresentable la de asistir y ayudar encantados a la lenta tortura y muerte del sistema educativo, también me hayan quitado la posibilidad de salir a la calle a quejarme. Porque quiero quejarme. Quiero que ahorren prohibiendo los sueldos blindados y escandalosos en lugar de subiendo las ratios. Quiero que ahorren eliminando cargos inútiles en lugar de despedir profesores. Quiero quejarme. ¿No salir no es de alguna forma igual a decir que estoy de acuerdo con los recortes? ¿Es ésta la última jugada de los sindicatos? ¿No permitirme que pueda quejarme porque no quiero salir con ellos a la calle? ¿Hay alternativa si uno quiere quejarse?

    1. Gracias, Teresa.

      Es posible que la huelga ya no sea el único medio para manifestar descontento. De hecho, su obsolescencia queda demostrada por lo infructuosas que fueron las anteriores. Tal vez esto que hacemos, las decenas de bitácoras en las que se emplea el Logos – y no el eslogan – sean a largo plazo más útiles que una procesión dirigida por tartufos. No lo sé.

      Lo que sí sé es que el mejor modo de combatir las injusticias del sistema es (habría sido) señalarlas día a día, en el lugar de trabajo, con coraje. Ahora me temo que ya es un poco tarde para los héroes y los disidentes.

      Me consuela pensar en lo que las crisis tienen de cambio. Tal vez sea necesaria la implosión definitiva para dar paso a otra cosa. ¿Que será peor? Es posible. Pero esto no puede continuar por más tiempo, porque, como a los difuntos, lo único que le crece ya son el pelo y las uñas.

  4. Lo que sí es cierto es que algunos estamos ya tan cansados que hasta desearíamos esa implosión por mala que fuera…

    Desde luego que tu blog es un ejemplo maravilloso de denuncia y protesta. Pero los que no escribimos ni pensamos tan maravillosamente como tú -y somos miles- quizá necesitemos protestar de alguna otra forma, hacer algo… Y por supuesto que la huelga no servirá para nada. Yo no la haré para conseguir nada sino porque no puedo dejar de hacerla. Si mi gobierno -no importa la herencia recibida ni su signo político- decide recortar derechos tan elementales como educación y sanidad yo tengo que salir a la calle y quejarme. Un gesto estúpido, lo sé. Pero inevitable. Porque aunque no consiga nada, al menos le habré dicho al gobierno que no estoy de acuerdo con que recorte precisamente en educación, donde más dinero debería invertir un país. Y probablemente estemos de acuerdo en que lo que se necesita en educación son tres cosas: derogar las desastrosas leyes educativas que nos han traído aquí, usar el sentido común y preguntar a los que saben. Pero, dado que el sistema está tan mal y estos cambios sólo funcionarían en décadas, por el momento lo que hace falta para trabajar en esos centros a los que llaman -vaya usted a saber por qué- educativos son más profesores y clases más reducidas. Tal y como van las cosas, yo creo que estos recortes son la última puñalada al moribundo. A lo mejor tenemos suerte y nos pilla la implosión 😉

    Por lo demás, con el pesimismo y el cinismo de quien lleva ya veinte años en la profesión y sabe que le quedan como poco otros veinte, todo me parece igualmente inútil, Nacho. Llevamos usando internet para proclamar nuestro rechazo tanto tiempo… ¿Se nos ocurrirá alguna otra forma de protestar? ¿Alguna que funcione? Si a alguien se le ocurre, que lo diga, por favor.

  5. ¿Otra forma de protestar? A mí me está funcionando -un poco, tampoco es la panacea- hacer en mis clases lo que quiero, es decir, explicando y haciendo exámenes, y suspendiendo a quien se lo merece; no discuto con niñatos, simplemente los echo de clase; me escabullo de la burocracia y me abstraigo de cuantos programas y reuniones puedo; hago lecturas de libros que a mí me gustan y valoro, y les mando resumir los juveniles que detesto -soy profesor de Lengua y Literatura-; en las clases guerreras, intento poner orden, y si no puedo, miro por la ventana, que hay olivos a lo lejos, y pienso en Machado o en mi pueblo o en mi jardín; en las tutorías, preparo clases o corrijo ejercicios, una vez conocidos a todos mis alumnos, y los dejo a su albedrío;procuro ser educado y amigo con mis compañeros de fatigas, soslayando a equipos directivos y coordinadores afines, las nuevas sectas de los ROC, a quienes no obstante trato con respeto, pues opino que lo cortés no quita lo valiente; y, sobre todo, como resumen o conclusión, de puertas para adentro, en mis clases, mando yo. A quien le guste, bien, a quien no, que se queje y discutimos razonadamente: si me convencen de mi equivocación, rectificaré, de lo contrario, no. Por ahora, me va mejor que hace un año, tras pisar por primera vez un Centro de los llamados de Compensatoria, lo más chic y falso de todo este sistema.
    Por lo demás, valoro el artículo, impecable. Solo que, como Teresa, yo también haré huelga, mal que me pese compartirla con liberados y otras pestes pedagógicas-fantasmas. Me siento pisoteado en mis derechos y quiero protestar por ello, pues trabajar más horas, en peores condiciones -sí, Nacho, es posible aún hacerlo peor- merece una protesta, por muy inútil que sea. Pienso que, por desgracia, si se va a clase ese día solo servirá a Wert y sus secuaces para hundirnos un poco más y, que, por ejemplo, La Gaceta nos diga que de qué nos quejamos, con tantas vacaciones…No creo que nadie entienda que se asiste a clase porque no estamos de acuerdo con el sistema logse: la gente, gracias a ese sistema precisamente, es más simple de lo que parece.

  6. Bueno…habrá más huelgas. Las huelgas desgastan. Prefiero preservarme para otras. Una huelga contra algo, que tengo claro, pero cuyos responsables no tengo bien definidos o, lo que es peor, está impulsada por algunos de los principales responsables…No sé, me recuerda aquellos soterrados de «Un mundo feliz» que salían a la superficie a pedir «soma» y luego volvían a soterrarse.

    1. Veréis, es que no me gusta perder de vista a mi enemigo. Ni porque se camufle ni porque eche humo entre él y yo, ni porque me intente confundir con palabras y gestos. Y mi enemigo no es la izquierda o la derecha. Mi enemigo es el sinverguenza, el malvado y, tristemente -aunque en este caso no hay dolo- la masa acompañante: esos «tontos útiles», esos «ingenuos», esos «poco avisados», esos «almas benditas», esos «chachemíos», esos «sofronizados», esos «lobotomizados», en fin, son innumerables en variedad y todos ellos irán al purgatorio.

  7. Me gusta el planteamiento de Cosme Horno ante la realidad cotidiana de la enseñanza, espero adaptar su modus operandi, aunque a veces se me hace el mundo soportar tantos despropósitos.
    En cuanto a la huelga, no creo en los paros de un solo día, que sirven para regalar nuestra parte correspondiente de la nómina a la administración, y para bailar al ritmo de los sindicatos mayoritarios (resulta -he oído- que a los liberados sindicales no les descuentan del sueldo el día de huelga, pues para ellos cuentan como horas sindicales -una buena manera de establecer clases entre los trabajadores-) ¿Por qué nadie plantea una medida realmente de presión como sería el que nos negáramos a evaluar ahora a finales de mayo? A los grandes sindicatos no les interesa realmente cuestionar el sistema. Ésa es mi opinión.
    Saludos.

  8. Comparto el análisis que haces y a estas alturas parece mentira que muchos no se den cuenta de lo que son los síndicatos y cuáles son sus intenciones ocultas. Todo ese discurso empalagoso del retroceso a épocas superadas, de fantasmas reaccionarios,…, toda esa película tan falsa como estúpida, sirve muy bien para dirigir al rebaño -como un hilo invisible- hacia donde los sindicatos quieren. Por desgracia, la crisis no ha servido para reflexionar, sino para una vez más polarizar los intereses de partido, sin que nada cambie en el fondo, ni casi en la superficie. Se trata de uno de esos devenires dialécticos en los que la acción incurre inevitablemente, siempre ciega y entontecida por una supralógica inabarcable.

    Por otra parte, insistiré una vez más en la cuestión del número de alumnos. Todo docente sabe bien que una clase con cuatro alumnos (o menos) puede ser una pesadilla, muchísismo peor que estar en una clase de 30 (incluso de música.) Y como es mi experiencia y no soy gilipollas, lo puedo elevar con toda seguridad a ley general.

    Termino: yo sí hago las huelgas (mis principios de rojillo) y hasta voy a las manis -lo cual, la verdad, nunca me ha hecho sentirme feliz- , pero ya empiezo a cansarme en serio: 1) de perder mi dinero; y 2) de ser insturmento para que los sindicatos encuentren reconocimiento (otra vez mi admirado Hegel.)

    Un saludo.

    PS. De un curso que hice tengo unos cuantos arreglos para coro de música pop (también jazz.) Si necesitas algo, me lo comunicas.

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