El aprobado político

Centros Buenos-Malos Sevilla

Muchas veces me encuentro en la tesitura de tener que explicar el estado de la enseñanza a conocidos y amigos que no pertenecen al gremio pero que sienten curiosidad (o preocupación, si es el caso que tienen hijos) por lo que a veces se recoge en los medios o se deduce de ciertos testimonios particulares. Hay indicios que, pareciendo mínimos, son reveladores de que la cosa está mal. Y es que ya casi nunca escucho aquel conocido adagio de «qué bien viven los maestros». Ahora, cuando surge el tema, las caras de mis interlocutores oscilan entre la incredulidad y la conmiseración; y a la frase antedicha la sustituye un lacónico rictus de reconocimiento:

– Lo que tenéis que aguantar…

Se refieren a los alumnos, claro. A ese considerable porcentaje de alumnos que ni estudian ni dejan estudiar: indisciplinados, violentos, casi ágrafos.

Cuando el foco ilumina esta zona de la muchachada díscola y analfabeta, me veo obligado a matizar. Chicos así los ha habido siempre. Lo relativamente nuevo es el sistema educativo que sostiene la aporía de que su sitio ha de estar, por fuerza, en unos institutos que antes preparaban para los estudios universitarios y ahora se han convertido en centros de asistencia social.  Centros en los que se dispensa una insulsa papilla igualitaria hecha a la medida de quienes tienen menos interés por los libros y el conocimiento. Centros que perpetúan el engaño de que todos son igualmente capaces y voluntariosos si se les motiva adecuadamente.

Por desgracia, la realidad es muy distinta. Las masas de alumnos que ingresan en secundaria con dificultades para la lectura o el cálculo elemental tienen escasas posibilidades de acabar con éxito el Bachillerato. Lo que sí incuban, en cambio, es la ira y el desacato propios de quien no entiende absolutamente nada. Una furia ciega, que sólo se mitiga cuando, en lugar de enseñarles, se les entretiene.

Lo que no comprenden mis amigos es que los institutos de ahora no se parecen en nada a los institutos en que ellos estudiaron. El Bachillerato se ha reducido a dos cursos. La EGB ha ocupado la zona muerta y se llama ESO. Hasta los 16 años, uno puede ir salvando un curso tras otro aunque no haya abierto un libro en su vida: promoción automática, lo llaman. Y estos alumnos, que necesitarían otro tipo de profesionales tanto como otro tipo de formación, permanecen un mínimo de cuatro años perdiendo el tiempo y haciéndoselo perder a los demás.

La LOGSE, y ahora la LOE, han fracasado en sus utópicos planes de «igualitarismo académico». Han sacrificado la calidad sin conseguir, ni mucho menos, la equidad. Al rebajar los niveles de la enseñanza pública, lo que se obtiene es un sistema segregador y clasista, que deja la posibilidad de una buena formación en manos de quien pueda permitírselo. ¿O es casualidad que tantos políticos, supuestos adalides de lo público, lleven a sus hijos a escuelas privadas?

Claro que no es casualidad. Ellos son los primeros que quieren huir del monstruo al que han dado forma. Saben que la calidad, como la vida, está en otra parte. Y, porque pueden, pagan. ¿Cabe mayor fraude, mayor traición a los principios?

Hablando de los políticos. ¿Qué opción les queda frente a la opinión pública, frente a gente que, como mis amigos, no entienden lo que pasa? Les quedan el maquillaje y la apariencia. Les quedan la propaganda y las estadísticas sesgadas. Les queda, pues, sustituir la Enseñanza por la variante más baja de la política. Les queda la demagogia. Y, como demagogos, han de falsear la realidad con palabras que jamás se corresponden con los hechos. Decir: tenemos centros TIC, tenemos centros bilingües, tenemos una escuela equitativa. Aunque detrás del penúltimo proyecto no haya más que la misma ignorancia institucionalizada.

Como la realidad no se ajusta a sus deseos, y como cada vez es más difícil camuflarla con discursos, ahora se apresuran a dar el último paso. Quieren doblegarla. Reducirla al particular lecho de Procrusto que imaginaron hace más de 30 años. Los clarines de Europa proclaman que ningún país de la Unión debe presentar un balance de más de un 15% de fracaso escolar. Nosotros rondamos el 30%. Hay que ponerse manos a la obra, pero no para analizar los fallos del sistema, sino para convertir milagrosamente el agua en vino. Los suspensos en aprobados.

La última avanzadilla será contra los profesores. En especial, contra los profesores de Instituto. La Primaria queda exenta de responsabilidades. Hay que fiscalizar a quienes pretenden marcar una diferencia entre los niños, a quienes aún no han asumido la utopía igualitaria de que todo el mundo vale para estudiar lo mismo. Y ya están entrando en las evaluaciones y en los claustros. No para analizar las verdaderas causas del naufragio, sino para reprobar al enseñante que suspende mucho. Cumplen órdenes, así de sencillo. Que los alumnos aprendan algo, han venido a decirles, es irrelevante frente al dictado político que obliga a presentar unas cuentas limpias y, ahora sí, «europeas».

Su análisis es sólo una consigna: hay que aumentar el número de aprobados. Que no es lo mismo que decir: hay que aumentar la calidad de la enseñanza. Es la diferencia entre un irracional mandato y un objetivo razonable. Valga como muestra el documento adjunto (vid. supra), en el que el servicio de inspección andaluz establece unos criterios de calidad tan delirantes como arbitrarios. Fruto de esos criterios es la maniquea conclusión del analista: los colegios de Primaria son buenos. Los Institutos de Secundaria son malos. El yin y el yang.

Por increíble que parezca, el servicio de inspección no se hace la pregunta obligada: ¿cómo es posible tan abrupto contraste? ¿Qué es lo que falla en nuestro maravilloso sistema?

Tal es la pregunta de mis amigos. ¿Qué es lo que falla? Y aunque no es fácil resumirlo en una sola palabra, nueve años de experiencia me permiten la arriesgada síntesis:

– ESO.

Falacias

 

Roger Scruton es un filósofo inglés poco amigo de la corrección política. En su último libro, el profesor de Oxford alerta sobre los peligros de las falsas esperanzas, del «optimismo sin escrúpulos». En España ha hecho fortuna la expresión «optimismo antropológico», que viene a ser una disposición del ánimo encaminada a la consecución de lo que se sabe imposible.

Scruton reparte su ironía en muy distintos frentes, desvelando las distintas falacias a que da lugar la autocomplacencia de los utópicos: el transhumanismo, la crisis crediticia, los edificios de Norman Foster, el multiculturalismo, el terrorismo islámico, los adefesios de Tracey Emim, el tercermundismo y la planificación central de la Unión Europea, a la que augura, por cierto, una futura implosión semejante a la del bloque comunista.

Y, cómo no, también tiene interesantes párrafos dedicados a la educación. Refiriéndose al Informe Plowden (1967), dice lo siguiente:

El crecimiento de la «educación» como un campo de estudio, y la legislación que compilaron en su día aquellos nuevos profesores no especializados, produjo un nuevo tipo de «experto», cuyo vínculo con las teorías optimistas no estuvo, como norma, templado en ningún caso por una experiencia prolongada en las aulas o avalada por ninguna reserva especial de sentido común.

Estos «expertos», según Scruton, basaron su preceptiva en la falacia del «nacidos en libertad«, de inequívoco aroma rousseauniano. Ya saben: la libertad es lo que queda cuando se retiran todas las instituciones, leyes y jerarquías. Del mismo modo, la escuela debía liberarse de tales cadenas, lo que supuso que el profesor abandonara su papel de autoridad, moral e intelectual, para convertirse en un compañero de juegos. Enseñar, desde luego, no entraba dentro de sus atribuciones, puesto que la imposición de un saber canónico, estandarizado o etnocéntrico significaba poner grilletes al espontáneo desarrollo del niño. Cuando el conocimiento y su transmisión se retiran de la escena, lo único que permanece es un insostenible «subsidio del fracaso». Las culpas, entretanto, se dirigen a entidades abstractas como la «sociedad», el «contexto» o, añado yo, el «secular atraso económico».

Otra falacia sobre la que se sostiene la educación europea es la de la «suma cero». Se basa, dice el profesor Scruton, en un nuevo concepto de justicia que nada tiene que ver con la justicia, por estar desprendida de las acciones y responsabilidades de los individuos, y que se formula así: el éxito de algunos alumnos supone el fracaso de otros. Las oportunidades deben ser igualadas. Todos deben recibir la misma educación. He aquí la justificación «ética» de la enseñanza comprehensiva. Por cierto, y ya que hablamos del Informe Plowden. En más de un foro he oído decir que tal modelo de enseñanza fue una estrategia de Thatcher y los conservadores para beneficiar al sector privado de la enseñanza. Basta cotejar la fecha de dicho Informe y la del período en que la «Dama de Hierro» fue Secretaria de Educación para concluir que el inicio de la reforma es previo  a su mandato y que, si de algo se la puede acusar a este respecto, es de no haber hecho lo preciso para cambiar las tornas. Dice Scruton:

Un sistema que ofrecía a niños de familias pobres una oportunidad de avanzar por los méritos de su talento o de su esfuerzo fue destruido sin más, por la simple razón de que distinguía a los que triunfaban de los que fracasaban.

El propio Scruton cuenta cómo creció en una situación de pobreza y con unos padres que no tenían demasiado interés por los estudios de su hijo. Hoy, el pequeño Roger quizá sería carne de PCPI, y una cohorte de psicólogos y «expertos» habrían dictaminado dicho «contexto» como causa inapelable de su fracaso escolar.

Hacia el final del libro, Scruton nos dice algo más sobre tales «expertos» en educación:

… sabían, supuestamente, todo sobre psicología, filosofía y sociología de la escolarización y sobre el auténtico (y hasta el momento incomprendido) significado de la educación en nuestro mundo moderno. Pero no se les exigió tener ningún conocimiento de primera mano sobre ninguna materia, y menos todavía una calificación competente en alguna disciplina ya reconocida. Pese a ser absolutamente incapaces de entrar en una clase e impartir los conocimientos que los alumnos vienen a adquirir, eran «expertos» en todos los procesos de enseñanza.

En efecto. En vez de aprender algo sobre una materia, aprendieron cómo enseñarla, lo cual es tan inexplicable como el milagro de Lourdes. Y estos «expertos» conminan a los profesores a mejorar su formación pedagógica sin exigirse a sí mismos la pareja acumulación de una valiosa experiencia en el aula. Una experiencia real. Se les regala un Máster Universitario para formar a profesores de Instituto sin haber sido jamás profesores de Instituto ni, claro está, especialistas en ninguna de las asignaturas que allí se imparten. Es notable que alguien que nunca ha estudiado Música se permita el lujo de anunciarme que me «facilitará herramientas para mejorar mi proceso educativo». Esto he tenido que oírlo hace poco. Como la generosa oferente era una dama de cierta edad no quise responder con una grosería, pero es obvio que si alguien estaba en disposición de hablar sobre lo que pasa en un aula era yo, ya que casi diez años de oficio me convierten a mí en el experto y a ella en una simple aprendiz.

El panorama que pinta Scruton es reconocible para cualquier profesor que viva su labor de enseñante con un cierto «malestar intelectual», por elegir un pedante eufemismo que sustituya a la frustración y el desencanto. Igualitarismo a la baja, proscripción del saber, falsos expertos.

Antes de elaborar la siguiente Ley Educativa habrá que sopesar si queremos seguir alimentando estos sofismas, y si nuestro insaciable apetito de «equidad» no es sino el mejor modo de promover iniquidades.

Roger Scruton: «Usos del pesimismo», Ariel Filosofía, 2010.

¿Quién espía los juegos de los niños?

Creí que se trataba de una broma. Supuse que era una exageración de los periodistas.

Pero no.

La izquierda más papanatas y dominguera del Viejo Continente parece dispuesta a superar sus mayores cotas de estulticia. Lean la página 13 del documento adjunto y pásmense con lo que proponen D. José Alberto Cabañas Andrés y D. Ramón Jáuregui Atondo:

Comisión de Igualdad

161/001065

A la Mesa del Congreso de los Diputados

En nombre del Grupo Parlamentario Socialista me dirijo a esa Mesa para, al amparo de lo establecido en el artículo 193 y siguientes del vigente Reglamento del Congreso de los Diputados, presentar la siguiente Proposición no de Ley relativa a la promoción de juegos infantiles no sexistas en el ámbito escolar, para su debate en la Comisión de Igualdad.

Exposición de motivos

La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (en adelante Ley Integral) recoge un conjunto de medidas de sensibilización, prevención y detección que son consideradas esenciales en una ley que se caracteriza como integral y esenciales también en la lucha del Estado de Derecho para remover el obstáculo que por causa de discriminación sexual impide a la mitad de sus ciudadanos el ejercicio libre e igual de derechos. El legislador orgánico pone de manifiesto esa importancia al establecer su implantación como fin a alcanzar para lograr erradicar la desigualdad entre mujeres y hombres.
Así, son recogidas como principio rector en el frontispicio de la Ley y en su artículo 2.

Por otra parte, la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación se inspira, entre otros principios, y con el antecedente jurídico importante que supuso la Ley Integral, en el desarrollo de la igualdad de derechos y oportunidades y el fomento de la igualdad efectiva entre mujeres y hombres. Asimismo, la Ley de Educación dispone que alcanzar la igualdad real y efectiva de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres es un fin al que se orientará el sistema educativo español. Con ello el legislador realza e impulsa la realización de la igualdad de mujeres y hombres en su triple faceta jurídica de derecho fundamental, valor superior del ordenamiento jurídico y principio de actuación de los poderes públicos, para la remoción de los obstáculos que impidan la consecución de la misma. En este sentido nuestra legislación considera la educación en igualdad un elemento básico de la misma y debe ser un elemento transversal de todo el sistema educativo.

De las afirmaciones anteriores se desprende que cuanto más precoz sea la educación en este principio, mejores serán los resultados que obtengamos y más pronto repercutirá ello en la erradicación de la desigualdad de mujeres y hombres. Dado que el juego constituye un instrumento de transmisión de valores y principios apropiados para las primeras etapas educativas, esta iniciativa va dirigida a los ámbitos de la educación infantil y primaria. Tal y como se contempla en las medidas implementadas a partir de la entrada en vigor de la Ley de Educación, las actuaciones deben distinguirse por etapas educativas, de conformidad con los objetivos, la organización y los principios pedagógicos de cada una de ellas.

Junto a lo anterior, entendemos que hay un ámbito de la convivencia en los colegios en el que es relevante, también, que se implementen medidas para fomentar la erradicación de las desigualdades de niñas y niños: los espacios de juego no reglado que se desarrollan durante los recreos en los patios de los colegios. Como es sabido, a través del juego se transmiten valores y pautas sociales de conducta que, en ocasiones, contribuyen al mantenimiento de roles sexistas contrarios a la igualdad de niñas y niños. En este sentido, es necesario promover desde las instituciones educativas estrategias que impulsen juegos no sexistas también en estos ámbitos de juego no reglado, de manera que posibiliten nuevas formas de relación de niñas y niños, alejados de la reproducción de roles o estereotipos sexistas.

Por todo ello, el Grupo Parlamentario Socialista presenta la siguiente

Proposición no de Ley

«El Congreso de los Diputados insta al Gobierno a:

1.º Que se elaboren e impulsen protocolos de juegos no sexistas para que se implanten y desarrollen en los espacios de juego reglado y no reglado en los colegios públicos y concertados de Educación Primaria.

2.º Que en cualquier actividad lúdica desarrollada en los citados Colegios de Educación Primaria se eliminen estereotipos que mantengan los roles machistas y se introduzca el concepto de igualdad entre ambos sexos.»

Palacio del Congreso de los Diputados, 28 de abril de 2009.-José Alberto Cabañes Andrés, Diputado.-Ramón Jáuregui Atondo, Portavoz del Grupo Parlamentario Socialista.

No era broma, como ven. Lady Bibiana de los Gazules no se ha ido sin dejar un último corolario de edificante totalitarismo. De esto va la «igualdad real y efectiva» entre hombres y mujeres: de mejor constreñir los espacios de libertad, hasta el extremo de que el ocio sea tan reglado e intervenido como el nec otium. ¿Se imaginan a los maestros afeando la pasión de Kevin por la gambeta y los saques de esquina? Ya estoy viendo el informe del atribulado tutor:

Queridos Progenitores A y B:

Desde el inicio de curso venimos observando en Kevin una preocupante inclinación a reproducir viejos roles sexistas. Durante los recreos da en formar equipos de fútbol no paritarios, negándose a los preceptivos saltos de comba que el nuevo ROC ha implementado como compensación equipolente y transversal del estereotipo genérico. El maestro de guardia nos ha hecho saber que, en el fragor de la contienda, Kevin profiere cosas tales como: «La coge Cristiano Ronaldo, penetra Cristiano Ronaldo, dispara Cristiano Ronaldo…» Entenderán que estemos preocupados ante estas incipientes manifestaciones de violencia machista. Máxime cuando una de nuestras alumnas, de nacionalidad argentina, rompe a llorar cada vez que «la coge Cristiano Ronaldo».

También nos preocupa que su hijo adopte modelos tan poco recomendables como el jugador  en cuestión. Tengan en cuenta que en el patio hay alumnos y alumnas de otras confesiones a quienes puede ofender una tan reiterada apología de la Cristiandad. Por otro lado – como sin duda saben, pues es historia conocida – Ronaldo es segundo nombre puesto al futbolista luso en honor de Ronald Reagan, presidente republicano del Imperio Yanki y, en tiempos, actor conocido por sus papeles de… ¡cowboy!

Dada la grave situación, y en vista de que su hijo no atiende a las directrices de la CORRE (Comisión Orientadora de Recreos Reglados), les invitamos a que acudan a nuestros Talleres de Igualdad Efectiva para informarles de las estrategias más exitosas en lo concerniente a reeducación del ocio. Pueden ustedes elegir entre los dos módulos actualmente disponibles:

– Módulo I: «A mí también me gusta Hello Kitty, tron»

– Módulo II: «Los cromos de la palma y la transmasculinidad en el discente».

 

Ya lo decía Lenin: «Libertad, ¿para qué?»

El problema (II)

En un post anterior hablábamos de los criterios diversificadores que se aplican en las reuniones de evaluación. Para ser más exactos, de la ausencia de criterios. De tal modo que los vagos son premiados con un añito de bajas ratios, menor nivel de exigencia y trato preferente.

Nada comparable, sin embargo, con el gran timo del PCPI. Para el que no esté puesto en el asunto, le recomiendo el estupendo  artículo de Begoña Canivell al respecto y, como contraste, esta página de un IES donde se explica a los estudiantes el Plan con más candidez que realismo.

Pues bien: en mi Instituto, diceiséis eran los alumnos que cursaban este engendro del PCPI en su segundo año. Un segundo año que es voluntario y cuya superación otorga el título de ESO. Lo más granado del Instituto. Muchachos a los que he dado clase en Primer Ciclo: cuatro años de holganza, malas contestaciones, desplantes y exámenes en blanco. Muchos de ellos han sido amonestados incluso en este último curso. La mayoría tiene 17 ó 18 años. Se han hecho los amos del Instituto e intimidan y amenazan a sus compañeros y profesores.

Ahora, se nos comunica en el último Claustro que han titulado 10 de 16, un porcentaje altísimo para lo que es común en nuestro Instituto. La Jefa de Estudios, mientras lo dice, no da crédito. «Lo encuentro sorprendente», opina. Y tiene razón: no es sólo sorprendente, sino que es aberrante, como en seguida me apresuré a manifestar.

Es aberrante que niños que han estado ¡¡¡cinco años!!! riéndose hasta de su sombra reciban el mismo título que sus compañeros de 4º de ESO.

Es aberrante que algunos de los que aprueban hayan sido expulsados a sus muy rozagantes diecisiete añitos. Y, con todo, reciban el mismo premio que sus compañeros de 4º de ESO.

Es aberrante pretender que un grupo de analfabetos funcionales haya conseguido aprender en un año lo que no aprendió en cinco. ¿Tan malos éramos sus profesores anteriores? ¿Tan buenos son los de ahora?

Es aberrante que la vulgaridad, la chulería, la mala educación y la ignorancia satisfecha valgan lo mismo que el esfuerzo, el saber estar, el trabajo y el conocimiento. Exactamente, un título de ESO.

Es aberrante que algunos muchachos no obtengan el título por sus dificultades con las Matemáticas o el Inglés y que estos perfectos batracios puedan pasarle el suyo por delante de las narices a los auténticos estudiantes.

Da asco. Dan ganas de vomitar. Dan ganas de salir a la calle y ponerse a gritar en las esquinas.

Los alumnos conocen el paño perfectamente. Y, nada más pisar el Insti, ya saben lo que quieren ser de mayores: alumnos del PCPI. Hasta que ese día llega, cuatro años depués, se dedican a no hacer nada (en el mejor de los casos) o, en el peor, a  ejercitar la violencia. Escupir a un maestro, rajarle el coche, amenazarle con una tunda callejera, torturar a sus compañeros, destrozar las instalaciones, etc.: poco importa lo que hagan, porque al final del camino les aguarda un premio. No vaya a ser que se frustren, los pobrecicos. Y estos mangantes son los que ahora titulan, como si alguna vez hubieran abierto un libro o dado los buenos días al entrar en clase.

No hay análisis sereno que pueda hacerse de este fraude.

Que todo el mundo sepa que el título de graduado en ESO se consigue no sabiendo NADA en absoluto (ni leer) y desarrollando los peores defectos que pueden adornar a un individuo: la pereza, la irresponsabilidad, la grosería y el desagradecimiento, entre otros muchos.

Si los profesores no decimos esto bien claro y a todas horas es que no merecemos ser profesores. Es que no somos profesores, sino una pandilla de tartufos, mediocres y sinvergüenzas.

El problema

Pongamos que hablo del alumno X. Tiene dieciséis años y aún está en primer ciclo. Desde su ingreso en el instituto ha repetido 1º y 2º de ESO con casi todas las asignaturas suspensas. Sólo la caridad cristiana y el no estar impedido le han supuesto un aprobado en Religión y Educación Física. Todo lo demás son unos y doses. Es un objetor típico: no lleva bolígrafos ni cuadernos, jamás hace la tarea, entrega exámenes Malevich (en riguroso blanco sobre blanco), dedica las clases a pasar notas a sus compañeras, charlar y, si la noche ha sido dura, echar una cabezadita. Si le llamas la atención, te clava una mirada de desprecio. En cuatro años no ha aprendido nada. No quiere aprender nada.

Pues bien: llegada la Evaluación Final, la tutora de su grupo nos comunica al resto de profesores que los padres de X han aceptado que su hijo curse el año que viene 3º de ESO en un programa específico de Diversificación Curricular. Después de un silencio tenso, algunos profesores intervenimos para resolver lo que, sin duda, es un simple malentendido. Pero no lo es. X gozará de una atención preferente, en un grupo reducido y con unos niveles de exigencia menores de los que se piden en el itinerario común. Nuestra pregunta es: ¿Por qué?

La tutora esgrime el primer argumento: X no ha querido matricularse en un PCPI y, de no seguir el programa, quedaría fuera del Sistema.

Pero este argumento es falaz. X puede seguir matriculándose, en un tercero sin adaptaciones, hasta los 18 años. También podría abandonar los estudios y salirse del Sistema, en efecto. Pero es que tal cosa lleva haciéndola cuatro años. Poco traumático sería para X abandonar algo de lo que nunca quiso apropiarse. Y, en todo caso, cumplidos los 18 siempre tendrá abierta la posibilidad de la ESA.*

La tutora esgrime el segundo argumento. Sostiene que el equipo educativo dio informes positivos para que X cursase el Programa de Diversificación. Sin embargo, allí nadie recuerda haber rellenado esos papeles con loas a la negligencia y mala educación del alumno. «Bueno», replica la tutora, «al menos había dos profesores que ponían que X hacía algo«. ¿Serían los de Religión y Educación Física, por ventura? Misterio: los informes están en los archivos babélicos de El Castillo, habría que ir por ellos y aún nos quedan muchos alumnos por evaluar.

Ante tal situación, solicitamos que comparezcan la Orientadora y la Jefa de Estudios. Surge aquí el tercer argumento, en boca de esta última:

«No se puede hacer nada, en cualquier caso. No hay marcha atrás. Y está bien que así sea, porque el Inspector ya nos ha advertido de que diversificamos poco y nos va a hacer un seguimiento».

«Que se meta él en las clases», interrumpo.

Pero es que aún hay un cuarto argumento: la Jefa dice que si no diversificamos lo bastante, un par de profesores se quedarán sin horas. ¿Y? ¿Los criterios pedagógicos están por encima o por debajo de las contingencias administrativas? Si no hay sitio para dos profesores tendrán que ir allá donde se requiera su presencia, digo yo.

No acaba aquí la cosa: La Jefa considera que no sólo X debe ir a Diversificación, sino también Y y Z, dos alumnos de parecido perfil. No hacerlo constituiría un agravio comparativo.

Llegado este punto, el que suscribe dice algo así, palabra más o menos:

«Durante cuatro años, como Profesor de Música, he sido testigo de la vagancia, la indiferencia y la vulgaridad satisfecha de estos tres alumnos, entre muchos otros. Cien veces les he recriminado su comportamiento, soportado su actitud y sus excesos. Les he preguntado qué iban a hacer con sus vidas, si no se daban cuenta de que estaban desperdiciando el privilegio de tener acceso a una educación gratuita. ¿Qué autoridad, qué legitimidad pueden tener ahora mis discursos si se decide darles un trato preferente? El año que viene me mirarán con justificada sorna, como diciendo: «¿Te das cuenta, gilipollas? No teníamos que preocuparnos de nada, porque ya alguien lo haría por nosotros». Esto apesta, es nauseabundo. Luego nos quejaremos de que nos insultan, de que no valoran lo que les ofrecemos. Por no hablar del ejemplo que damos a aquellos alumnos que sí tienen verdaderas dificultades y a los que, curiosamente, no se les bajará el listón. Tenemos exactamente lo que nos merecemos. Ya nos pueden meter el ROC, el recorte salarial, las competencias trágicas y toda la escoria normativa que se les ocurra, porque nosotros hemos nacido para tragar».

Somos, en fin, una panda de mediocres que carece de toda dignidad académica, de todo orgullo. Y que ni siquiera actúa así por el bien de los muchachos, sino por conservar sus apoltronados culos en sus departamentos de mierda. Que tiembla cuando se menciona a Herr Inspektor  o  barrunta las reclamaciones de los padres*, que no sale a la calle cuando le humillan, que asiente con la unanimidad del rebaño.

El año que viene no rellenaré ningún informe de Orientación, puesto que lo que yo piense es por completo irrelevante. ¿Para qué preguntar, si la consideración de un alumno no depende de su conducta y su esfuerzo, sino de aquello que la burocracia exige? Todo esto da asco.

Y las evaluaciones continuaron, y en todas ellas se proponía cuidar y amparar a los alumnos predilectos de la LOGSE: aquéllos que odian el estudio, impiden el de sus compañeros y se enfrentan a sus profesores.

Pero la LOGSE, la LOE, no son el principal problema.

El problema somos nosotros.

Felices vacaciones.

* (Nota: las frases en negrita y cursiva se han añadido a sugerencia de Castúo, forero y seguidor del blog. Muchas gracias).

Idiocracia

Prueba 1

Quizá nada responda a un plan preestablecido, pero lo parece. Ahora es la Universidad andaluza la que navega hacia la LOGSE y más allá, surcando nuevas galaxias de pedagogismo posmoderno. Ser soprendido con una «chuleta» ya no es  motivo para que lo expulsen a uno del aula. Ni siquiera para que le sea retirado el examen o mancillado éste con la oprobiosa marca del reaccionario bolígrafo rojo. El copión, salvado su honor de esforzado apropiacionista, puede concluir su examen y entregarlo con los del resto de compañeros. Será una comisión paritaria (mismo número de profesores y alumnos) la que analice la gravedad de la falta y decida en consecuencia. La normativa no aclara qué tipo de pruebas deberá aportar el profesor. Quizá deba instalar cámaras ocultas o solicitar la presencia de un notario. En corto: por más que se le sorprenda con la Enciclopedia Británica sobre la mesa, el alumno aún podrá confiar en la indulgencia de la citada comisión.

Dicen que es una medida «garantista». Muy bien. Pues yo sostengo que es un indicio más de los muchos que nos anuncian el advenimiento de la Idiocracia: un mundo de idiotas. Y para su llegada no será necesario recurrir a la disgenesia, sino que bastará con acatar sumisamente las ocurrencias de quienes dirigen el cotarro educativo.

Imagínense las risas de los estudiantes.

Prueba 2

Ayer, mis alumnos del Instituto me preguntaban cómo era ESO de que a los chiquillos de Primaria les habían regalado un portátil.

– Pero no es suyo, ¿no? – decían.

– Sí, es suyo – contesté.

– Y se lo pueden llevar a su casa…

– Sí.

Comenzaron a mirarse unos a otros, en espera de que yo aclarase lo que sin duda se trataba de una broma.

– Es suyo… – repetí, a media voz.

Imagínense las risas de los estudiantes.

Prueba 3

Tenemos «democracia sancionadora». Tenemos «democracia digital». Tenemos…

Lo que tenemos es un gobierno que se llama a sí mismo «progresista», cuando los valores que transmite son exactamente aquéllos que menos pueden hacer por el progreso. La Escuela empieza a parecerse a la Sociedad del Espectáculo que denunciaban los izquierdistas de los 60. Lo que ocurre es que este show no sólo supera las expectativas de Guy Debord, sino que se publicita como un triunfo de la democracia. La sociedad de mercado, con todos sus defectos, genera riqueza. En esta nueva e institucionalizada sociedad de idiotas, en cambio, todo se regala: ordenadores, novísimos derechos y aprobados. A costa del contribuyente, claro está. Del pan y el circo sólo queda el circo, representado éste por las ruinas de lo que un día se llamó Enseñanza. Y los profesores han de ejercer tanto de gladiadores como de payasos.

Pero, ay, la democracia igualitaria no llega a todos los frentes. Y para que no surjan nuevos Espartacos ni se nos borre la pintada sonrisa, nuestros jefes políticos pretenden crear la figura del domador implacable. Así, los Neodirectores.

Y es que ya se sabe: nadie mejor que un caudillo para gobernar un rebaño de votantes pastueños. O, birlibirloque, nada como un rebaño para reclamar la presencia del pastor.

Escenario posible

No me digan que no lo ven. Mesnadas de jóvenes risueños completando su examen con el portátil, aún incrédulos de que los adultos podamos ser tan alegrememente…

¡El futuro, idiota, el futuro!