Día 6
Écija, Villaverde, La Luisiana… Empiezo a confundir un pueblo con otro, un instituto con otro. Estos días, también yo soy ese otro que acelera en los polígonos industriales y arrastra su cartelería por un laberinto de casas bajas. Bienvenido al No-lugar.
Para llegar a uno de los institutos debo atravesar un pequeño parque en el que están conversando unos chicos. Al menos cuatro o cinco de ellos sujetan con fuerza una correa que ciñe el cuello nervudo de un pit bull. Se hace el silencio a mi paso, siento la mirada canina y cainita en el cogote. ¡Adelante, peregrino!
Alguien que nos conoce me presenta a T.
– Él nos informa de todo lo vuestro – dicen.
Es la hora del recreo, y T está leyendo con unos alumnos las Coplas de Jorge Manrique. Apreciemos la cualidad simbólica de esta escena sin dejarnos seducir por la nostalgia.
Cualquiera tiempo pasado…
Tenemos una conversación amena en este loco locus que es un instituto de secundaria durante la media hora de segmento lúdico. T opina que somos demasiado ambiciosos, lo que es un modo amable de llamarnos utopistas. A mí me extraña que impugnar una norma injusta o proponer otro modelo educativo tenga asimismo su No-lugar en el mundo. Lo que pretendemos es desmontar el paraíso igualitario que sirve de pretexto a una formidable estafa. Pero no podemos hacerlo solos. Nada puede contruirse desde el desencanto, excepto una hermosa película sobre los Panero.
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos…
T parece más partidario de insistir en la mejora de las condiciones laborales antes que poner en duda todo el sistema. Sin embargo, creo que acabamos coincidiendo en que una cosa no es posible sin la otra. Haz y envés. Forma y fondo. Doble o nada.
Me ha gustado hablar con T.
Dexemos a los troyanos, que sus males non los vimos…, etc.
Paso por otros institutos, otros pueblos. Afueras. Inhóspitos claustros. Coloco la mercancía en los ordenadores, en las mesas, en las sillas. Observo que en cada centro hay alguna gaceta de [PIENSA] en los tablones, alguna pegatina corrosiva. Hay más románticos en esta fiesta de los maniquíes.
Cuando salgo de La Luisiana me pierdo en un callejeo de naves de uralita y perros famélicos.
– Tu falta de fe…
– Calle, Padre, y déme datos. La fe no va a salvarme de los pit bulls.
Ni del ajeno desencanto.