Dicen por ahí

Hace ya unos cuantos años, esta bitácora se propuso poner en cuestión muchas de las decisiones que las administraciones autonómica y nacional tomaban en el siempre complicado sector de la enseñanza. Echando un vistazo a los asuntos tratados, la mayoría son denuncias de planificaciones erróneas, ideologías a la violeta o vulneraciones sistemáticas de la libertad de cátedra: igualitarismo, inflación burocrática, adoctrinamiento, pensamiento único, etc.

Todas estas etiquetas sirven para identificar un sistema educativo fracasado desde su misma base, aun cuando, periódicamente, se muden sus siglas. Un sistema en el que los conocimientos son postergados en beneficio de un fraude postmoderno llamado «competencias básicas». Un sistema que hace indistinguibles niveles de formación tan desparejos como la Primaria y el Bachillerato, aplicando recetas pedagógicas de espuria aplicación universal. Un sistema que ha eliminado la función primordial de las Enseñanzas Medias, cual era la de servir de puente a los estudios universitarios. Un sistema que, en sus últimas mutaciones, ha encontrado en el profesor (fundamentalmente, en el profesor de instituto) su imprescindible chivo expiatorio.

Doce años de experiencia docente en el sector público han convencido al autor de que la enseñanza en manos del Estado no es sólo ineficiente, sino también perversamente adoctrinadora. Uno podría esperar otros doce años, en la esperanza de que políticos de más altas miras considerasen anteponer un fervoroso espíritu ilustrado a sus tácticas de manipulación política. Sin embargo, y vistos los resultados en comunidades como Cataluña, cabe suponer que todo es susceptible de empeorar, y que si existe un instrumento infalible de persuasión colectiva es precisamente el que permite a los gobernantes modelar los planes de estudios de acuerdo con sus propósitos de ingeniería social.

Por eso, en las últimas entradas de YSEI se apunta a alternativas de liberalización en el sector educativo. Aquí se ha citado a Hayek, a Noczik y a otros liberales, incluido el profesor Rallo, de cuyo último artículo hablaremos más adelante. La propuesta liberal de YSEI no parte de un planteamiento apriorístico, previo a la creación de este espacio, sino que va cobrando forma a medida que las contradicciones de la enseñanza pública se le hacen al autor más evidentes. En última instancia, es la sociedad, el ciudadano, quien debería preguntarse hasta qué punto puede, podemos, soportar un sistema que sirve a unos y otros ( o a hunos y hotros, como dicen por ahí) como laboratorio de sus planteamientos políticos.

Defender esta idea, aun con todas las dudas y prevenciones que todavía me asaltan, no me ha hecho ni me hará más popular entre mis colegas, pues parece que el oxímoron educación pública ha desarrollado, con el paso del tiempo, una diamantina corteza dogmática. Lo entiendo, y no me importa. Más triste sería renunciar a las convicciones intelectuales que uno se va forjando por el temor a verse señalado. La razón de que, precisamente hoy, escriba estas sumarísimas reflexiones, es la publicación de un artículo del profesor y economista Juan Ramón Rallo, en el que se denuncia lo cara (y mala) que es la educación pública española. No voy a hacer un análisis pormenorizado de todo lo que dice, y que se desarrolla por extenso en su último libro, pero sí me gustaría dejar dichas un par de cosas.

La denuncia de Rallo es legítima. En efecto, la educación pública en España es ruinosa desde cualquier punto de vista, económico o intelectual. Pero no tanto porque los sueldos de los profesores sean desorbitados – que no lo son – sino porque el sistema en sí mismo está condenado al fracaso desde sus propias bases, y porque, como dije más arriba, constituye una herramienta política antes que una garantía de instrucción ciudadana.

La alternativa que propone Rallo es legítima. Liberalizar el sector podría aumentar el número y la variedad de las propuestas educativas, incluidas las de aquellos que hacemos la crítica permanente de cuanto no funciona. El problema no es que alguien, con su dinero, quiera emplear una determinada metodología, sino que esa metodología se haga de obligado uso con el dinero de todos.

Lo que no va a conseguir Rallo con el tono de su discurso – es posible que tampoco lo pretenda – es llevarse a los profesores a su terreno. La enseñanza no debe medirse sólo en términos de empleabilidad o de utilidad, pues eso significa despojarla de algunos de sus principales objetivos:

Las respuestas que ofrece Oakeshott a la pregunta sobre las disposiciones y actitudes personales que deben alentarse y buscarse en la educación universitaria giran en torno a la defensa de la educación liberal, entendida como aquella que provee al alumno de las herramientas para “pensar por uno mismo” en base al aprendizaje de una “herencia histórica de logros humanos”. Conocer las distintas herencias nos liberaría, entre otras cosas, de los “compromisos cotidianos”, del “sentimentalismo” y de la “pobreza intelectual”, pero fundamentalmente de la idea que la educación actual deba promover la uniformidad social. La educación liberal permitiría entonces advertir las ventajas de la diversidad y la multiplicidad de “aventuras intelectuales” (54) que la tradición universitaria ha transmitido a partir del siglo XII.

 (Revista de Instituciones, Ideas y Mercados Nº 53 | Octubre 2010 | pp. 239-250 | ISSN 1852-5970 REFLEXIONES SOBRE EDUCACIÓN, SOCIEDAD Y POLÍTICA, Alejandra Salinas. Reseña del libro de Michael J. Oakeshott, La voz del aprendizaje liberal, Buenos Aires y Madrid: Liberty Fund y Katz (co-editores), 2009, traducción de Ana Bello, con prólogo e introducción de Timothy Fuller.)

El punto débil del artículo de Rallo, y de sus comentarios referidos a la enseñanza, es la omisión del aspecto humanístico que otros liberales, como Oakeshott, ponen en el centro mismo del debate. Determinar, de modo omnisciente, qué es «lo útil» para todos y cada uno de los individuos constituye, precisamente, uno de los errores clásicos de la planificación central, y pone en peligro disciplinas que acaso no gocen de altas expectativas de empleo, pero que son imprescindibles para forjar cualidades como la autonomía personal, la sensibilidad artística y el espíritu crítico. Aquellas que han de llenar el otium e impregnar con sus innegables beneficios la práctica del nec-otium. Requisitos para la libertad individual tan necesarios, al menos, como la libre circulación de bienes.

Quizá Rallo ya sabe todo esto, pero a sus textos no estrictamente económicos les falta ese aliento que sí podemos encontrar en otros autores liberales y que contribuyen a mitigar las frialdades del análisis puramente económico.

Pero no quiero extenderme más. Prefiero que sea el lector quien juzgue el artículo, sin prejuicios, y, asimismo, sin olvidar que a él no se reducen todas las posibilidades del pensamiento liberal. A mí me parece interesante, tanto al menos como la réplica de Alberto Royo en su magnífico blog.

Llegado este punto, es muy probable que esta sea una de las últimas entradas de YSEI. Lo que tenía que decir, considero que ya está dicho. Sólo me resta cumplir con un encargo, y publicar, en las próximas fechas, un texto que me envía un compañero, y, sin embargo, amigo. Creo que tratará de la Inspección, pero no estoy muy seguro.

En cualquier caso, siempre es bonito terminar con las palabras de otros.

Artículo de Juan Ramón Rallo

Respuesta de Alberto Royo

Vale.

5 respuestas a «Dicen por ahí»

  1. La alegría de volver a leerte me ha durado hasta leer tu despedida. En todo caso, es un placer leer todo lo que has escrito en este blog y una esperanza comprobar que, aparte de los mugidos de los ungulados que ramonean por la administración de enseñanza, hay quienes, como tú, elaboran un discurso lúcido acerca de los problemas de la enseñanza. Gracias por tu generosidad.

  2. Gracias también, Nacho. Espero que el abandonar el blog sea por liberarte del compromiso de mantenerlo, para concentrar fuerzas en la misma lucha. Aunque me produce desilusión y contribuye a mi orfandad, reconozco que es oportuno. Pasaron los tiempos en que análisis y denuncias descubrían las vergüenzas del enemigo y, con suerte, se provocaba una reacción en ellos o se tambaleaban. Una sencilla carta al director suponía un sofocón a un concejal si no su dimisión. Ya la batalla que nos queda por delante no es sólo intelectual, empieza a ser -y no hay otra- dura, épica. El enemigo reconoce su desvergüenza. Se reconoce canalla, bellaco, ilegítimo y sin embargo mantiene el desafío. A ver qué inventamos…

  3. Nacho, me alegra muchísimo verte de nuevo por aquí, y me apena, lógicamente, que decidas dejar tu blog definitivamente.

    Este lugar es un oasis en medio de un desierto de mentira y manipulación. Si lo dejas secar, ¿dónde beber del discurso informado y honesto? Cada vez hay menos fuentes, y las que van quedando, se tornan cada vez más ponzoñosas.

    Centrándonos en la educación, no comparto en absoluto el discurso del señor Rallo y sintonizo bastante más con el señor Royo. Ciertamente, la enseñanza española es un desastre (aún mucho peor la andaluza). Pero la desaparición de la enseñanza pública, y sus sustitución por pura enseñanza privada ( y no digamos ya por la existencia de ese híbrido de dos cabezas llamado «enseñanza concertada») no creo que sea la solución. La solución, en mi opinión, es mejorar la enseñanza pública. ¿Cómo? Con el RENDIMIENTO DE CUENTAS. Ministerio, Consejería, profesores, alumnos y padres deberían dar cuentas de la gestión que hacen de los recursos que la sociedad pone en sus manos. Y, en función de ese «dar cuentas», deben conservar el derecho a gestionar o a recibir esos servicios gratuitos. La Lomce, con sus «reválidas», creo que acierta al explorar ese camino.

    Hay ejemplos, por otro lado, ejemplos de puesta en marcha de una educación pública exitosa. ¿Es la enseñanza pública alemana costosa? ¿Recibe la sociedad alemana compensación suficiente por la inversión que hace en la educación pública de sus jóvenes? No conozco en profundidad la educación alemana, pero parece que funciona bastante bien, y que la gente de la calle está bastante contenta con ella.

    Creo, Nacho, que aún queda mucho que hablar de educación, sea desde el punto de vista «liberal» o desde cualquier otro. Tu blog -si tienes fuerzas y aún cosas que decir- sigue siendo necesario.

  4. Espero que usted no abandone este blog, señor Camino. Soy lector y seguidor silencioso de sus entradas, costalero también de la sufrida profesión docente, y el suyo es uno de una pequeña constelación de espacios virtuales y de nombres que me dan fuerza todos los días para pensar que no soy el enfermo imaginario o el hidalgo al que los libros de caballerías le han sorbido el seso, que este sistema educativo es un desastre y que hay alternativas.

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