El verdadero culpable

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En un intervalo de apenas siete días, esto fue lo que sucedió:

Un jueves de abril vino el inspector al instituto para reprocharnos el elevado número de suspensos. Por más que los alumnos cateados exhibieran una portentosa regularidad en casi todas las materias del currículo, el inspector consideró como principales responsables del fracaso a los profesores de los jóvenes plusmarquistas. Nos conminó a elaborar un documento en el que se recogieran las causas externas e internas de tantas evaluaciones negativas (sic). Entre estas causas, por supuesto, no cabía consignar el desinterés académico de un generoso porcentaje de alumnos.

Ellos no son responsables.

El martes siguiente, en el Claustro, el Secretario nos recordó parte de nuestros deberes profesionales. Estos se resumían en tres aspectos: vigilar los atascos de los retretes, apagar los ordenadores y cerrar las puertas de las aulas. Parece ser que los conserjes y el personal de limpieza esgrimen convenios muy escrupulosos a la hora de rechazar tan plebeyas obligaciones. Esas son tareas que, como es sabido, conciernen a un licenciado en filosofía o a un arquitecto.

Nadie más es responsable.

Llegó otra vez el jueves y una representación del equipo educativo recibió a los padres de un grupo especialmente complicado de 1º de ESO, con el propósito de buscar alguna solución. Aunque lo que se trataba era un asunto disciplinario, una madre creyó encontrar la razón de todo mal en lo poco motivados que estaban sus chavales. Que debíamos hacer de la enseñanza algo divertido, dijo. No provechoso, digno, elevado o exigente. Eso no lo mencionó. Algo divertido.

Ella no es responsable.

Pocos días después, en un instituto de Barcelona, un alumno de 13 años asesinaba al profesor Abel Martínez tras clavarle un machete en el tórax. Del profesor muerto, sólo se sabe, según Irene Rigau, que está muerto, pero que no es la víctima. Tanto ella como otros altos cargos políticos han sofocado las voces de alarma apresurándose a diagnosticar un «brote psicótico» que exima de toda responsabilidad al alumno, a la escuela y a ellos mismos. Por un momento, podría pensarse que Abel Martínez había puesto en manos del chico el arma del crimen, exhortándole a liberar sus miedos. Pero no. La ballesta pertenecía al padre del alumno.

En cualquier caso, fuentes periodísticas sugieren que el instigador del crimen es Daryl Dixon, un personaje de ficción. La fantasía  morbosa de un guionista americano podría, por tanto, estar detrás de la muerte de Abel Martínez. De modo que no cabe buscar más culpables, sino «reforzar los códigos de convivencia» y, si acaso, alertar a los adolescentes de los peligros que comportan las películas de zombis. Se auguran inminentes charlas impartidas por expertos piscopedagogos. En horario escolar, claro.

Y, así, probada la inexistencia física y jurídica de Daryl Dixon y el Colectivo de Caminantes, nuestra vida puede volver a la normalidad: esa zona gris de lo rabiosamente real donde nunca hay responsables, no, pero sí un oportuno chivo expiatorio.

Mañana, a clase.

13 respuestas a «El verdadero culpable»

  1. ¿Vigilar los atascos de los retretes? ¡Grandísima oración semánticamente ambigua! Imagino que el mismo secretario o Monsieru L’inspecteur, se encargarían de vigilar esos atascos escobilla en mano…
    No queda otra interpretación, Nacho, «The Wanking Dead», ésos son los responsables, y están entre nosotros.
    Un abrazo.

    1. Me di cuenta de la ambigüedad cuando tú me lo advertiste, querido amigo. Felices e inconscientes asociaciones de ideas. En cuanto al inspector, ha «excusado» la tarea. Abrazos.

  2. Me gustaría saber cuál es la responsabilidad que crees compete a los profesores, al centro educativo en general en tener tantos alumnos desmotivados, porque yo lo único que veo en tu entrada son balones fuera… son los demás. Desde luego los demás tienen su parte, pero.. ¿cuál es la de los profesores?

    1. Creo que el error es creer en la desmotivación del alumno como algo que sólo puede achacarse al docente. En este caso, es el alumno – o sus padres – quienes echan balones fuera. Un saludo.

      1. Por mi propia experiencia, he de decir que no deja de asombrarme el bajo nivel con que acceden los alumnos de Primaria al instituto. Pero supongo que esto será, en tu opinión, pasarles la patata caliente a los maestros.

        Hasta hoy, la principal responsabilidad de los profesores ha sido acatar pasivamente una serie de reformas y dogmas pedagógicos que ya conocían una larga tradición de fracasos. Entre nosotros hay, como en todos los gremios, malos y buenos profesionales; pero mucho me temo que las nuevas generaciones ya vienen con la lección competencial bien aprendida, de modo que el problema no hará sino perpetuarse. O, por el contrario, desapareceremos definitivamente quienes consideramos que la Escuela ha de ser algo más que un Dispensario de Felicidad. Y, entonces, todo irá miel sobre hojuelas.

        Por lo demás, las pruebas de acceso se han visto contaminadas por el facilismo y los intereses políticos, rebajando los niveles para que la enorme población de interinos pudiera conquistar una plaza fija. Algunos, incluso, sin aprobar las oposiciones. Evidentemente, esto es desperdiciar el capital humano que constituyen los opositores libres a los que, dadas las normas de concurso, les estaba vedado el acceso, así obtuvieran las calificaciones más altas.

        Echar tierra sobre los profesores como cuerpo profesional no conduce a nada, insisto. Quien contrata presupone en el contratado una autoridad magistral y académica que, si no siempre responde a la realidad, ha de asumirse como principio básico para la transmisión del conocimiento.

        El segundo punto imprescindible consiste en recordar que la enseñanza se basa en la reciprocidad. Y que si el alumno no asume su condición de estudiante, poco importa la pericia del maestro. Esta sólo redundará en beneficio de aquellos alumnos que, previamente, hayan adoptado el compromiso de aprender.

      2. Sólo una cosa más. Dejo aquí un texto de Gregorio Luri que, creo, viene al caso:

        «Como muestra del cambio de los tiempos, una asociación de padres de alumnos de Francia ha decretado unilateralmente «la quinzaine sans devoirs». Los papás se muestran muy preocupados porque sus hijos se sienten agotados de tanta hora escuchando a sus maestros sin entender nada. No, no es que los maestros franceses aún practiquen la venerable clase magistral, sino, simplemente, que no hay manera de motivar a quien más que motivado, espera ser entretenido. Dando muestras de una moralina muy propia de nuestros tiempos, los padres promotores de esta quincena de deberes caídos, aseguran que «como todo el mundo sabe» los deberes son un factor esencial de incremento de las desigualdades, además de fomentar el estrés, porque -dicen- son «cronófagos». Añaden que nadie ha mostrado jamás la eficacia pedagógica de los deberes, mientras que es evidente que soliviantan las relaciones familiares, provocando una guerra de guerrillas en el interior de las familias. En definitiva, si los maestros fuesen perfectos, ellos tendrían muchos menos problemas.

        Hoy la escuela ha de garantizar si no la felicidad, al menos la integridad psicológica de sus alumnos. Se nos ha convertido en una inmensa institución terapéutica.»

        http://elcafedeocata.blogspot.com.es/2012/03/la-mancha-negra.html

      3. Ya veo que vamos a hacer un análisis de 360º alrededor del profesor y va a ser muy lúcido e interesante y estoy muy de acuerdo. Pero no he conseguido que respondas a la pregunta que se refiere al centro de ese círculo de análisis: cual es la responsabilidad del profesor. A no ser que la respuesta sea, después de mirar en los 360º del horizonte que no le queda ninguna. En este caso es solo víctima de todos esos inputs que le llegan de todos lados… Aunque a mí esta postura me suscita un rechazo, desde luego algo puede hacer… y en mi opinión mucho.
        Por cierto he leído el post de Luri, interesante y nostálgico de un mundo que ya no existe, no existe esa escuela republicana, patriótica, con medallitas para poner a los alumnos al servicio del Estado. Ni siquiera existe ese Estado nacional que es la ideología de base y lo que soporta esa escuela.

      4. No sé si ha leído más cosas de Luri, aparte de esa entrada. Si lo ha hecho, sabrá que no responde al apresurado juicio que usted le hace. En el artículo, simplemente contrapone dos paradigmas, lo que no significa que el autor se adscriba de forma entusiasta al modelo decimonónico.

        En realidad, lo que demanda Luri es que «enseñar» vuelva a ser un verbo transitivo.

        Sobre las responsabilidades de un profesor, creo que resultan demasiado obvias:

        – Conocer en profundidad la materia que imparte.
        – Conseguir el respeto de los alumnos tanto por su valía intelectual como por su ecuanimidad en el aula.
        – Revisar periódicamente los procedimientos didácticos que emplea en clase.
        – Llevar a los estudiantes a un nivel mayor que aquel del que partían.
        – Separar los hechos objetivos de aquellos que pueden ser puestos en duda.
        – Ser dueño de una elevada competencia lingüística.
        – Entusiasmar, antes que entretener.
        – Valorar el error como una oportunidad de avanzar que no puede diferirse eternamente. Si nada se aprende de los éxitos, menos aún quien no se permite el error porque ni siquiera estudia.
        – Ser puntual, riguroso, claro, ordenado pero capaz de improvisar, antidogmático, inquisitivo….

        Esto, así, a vuelapluma.

        No sé si habré volado, también esta vez, en círculos.

  3. Querido antonioesquivias:
    Mi parte es enseñar en condiciones de normalidad. Creo que Nacho lo expone con meridiana claridad y responsabilidad. Y razón ¿Has estado en una clase SOLO atacado, vilipendiado, amenazado de mil maneras por unos pequeños salvajes y esperando que padres y administración te crucifiquen luego¿ Mon ami, Vete leyendo, si eres competente en inglés, Lord of the flies. Si no, yo te la traduzco en cuatro tardes. Ah, y disfruta de tu Liga de campeones, hermoso doncel.

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