El diagnóstico ya está hecho. Infinidad de libros y artículos denuncian el penoso estado de la Enseñanza española. Se oyen voces que claman por una huelga indefinida, un golpe en la mesa que consiga virar el rumbo de lo que parece una travesía hacia el abismo. Es hora, nos dicen, de pasar a la acción. Pero al Individuo le resta por satisfacer una duda: aun suponiendo que una amplia mayoría se sume a esa hipotética huelga, ¿coincidiríamos también a la hora de aplicar el remedio?
Es a partir del análisis que el doctor prescribe la terapia adecuada. Por tanto, recordemos en qué puntos se condensa la crítica de cuantos escribimos sobre la deriva pedagógica.
Escuela comprensiva e itinerario único: café (de recuelo) para todos.
Diagnóstico
1. La rigidez del sistema, ya se sabe, es proverbial. Alumnos con capacidades e intereses muy diversos son obligados a cursar un itinerario común hasta los 16 años. En ese grupo caben niños con patologías severas, alumnos apenas alfabetizados, objetores del estudio y muchachos con vocación universitaria. Este modelo ha fracasado, precisamente, por su afán inclusivo e integrador. Ambas, inclusión e integración, constituyen la pantalla benévola con la que se enmascara un propósito igualitarista. Una igualación que no consiste en preservar para todos los mismos derechos, sino en considerar a los individuos particulares como una masa homogénea de la que se espera idéntica uniformidad en los resultados.
2. La búsqueda de este raro universal trae como consecuencia un descenso en los niveles de enseñanza, por la lógica dificultad de conciliar ritmos de aprendizaje tan diversos.
Remedio
1. La comprensividad desaparecería con el establecimiento de itinerarios distintos, los suficientes como para satisfacer las necesidades e intereses de cada grupo de individuos: centros de enseñanza especial, centros de formación profesional e institutos de bachillerato. Esta ramificación del sistema tendría lugar después de la etapa Primaria.
2. Otra posible solución, que podría acompañar a la primera, sería la de rebajar la obligatoriedad al menos hasta los 14 años.
Ideología pedagógica
Diagnóstico
1. Un sistema basado en el igualitarismo necesitaba de un discurso pedagógico oficial que se ajustara a sus ideales coercitivos y salvacionistas. Se encontró en los principios que, desde Villar Palasí hasta la LOE, inspiran todas y cada una de las leyes educativas. Ya hemos explicado sobradamente en qué consiste: predominio de los valores sobre el conocimiento, desprestigio y volatilización de las asignaturas «duras», desaparición del examen como medidor objetivo de los resultados… Una pedagogía así contribuye a la infantilización de la Enseñanza, epidemia que ya comienza a extenderse por las aulas universitarias.
Remedio
1. No ha de haber una pedagogía oficial, ni ésta debe inspirar las leyes educativas. El propio sintagma «pedagogía oficial» es caro a los sistemas totalitarios y a la intromisión de éstos en la vida de los individuos. Por tanto, la pedagogía debe volver a ser una herramienta auxiliar de quien ejerce el magisterio de una disciplina, no un corpus de premisas ideológicas a cuyo molde deben ajustarse materias y docentes al menos tan diversos como los alumnos que integran un aula.
2. Para verificar que la Enseñanza es eficaz, se hace necesario un instrumento de comprobación. Se implantarían exámenes externos al final de cada etapa y ciclo, de cuyos resultados se podría extraer la conveniencia de seguir un itinerario u otro.
Ideología nacionalista
Diagnóstico
1. También se ha analizado el poder coercitivo de las administraciones a la hora de inculcar aquellas ideas que mejor se avienen con sus intereses políticos. Especialmente, en aquellas comunidades con lengua propia y anacrónicos fueros medievales o contemporáneos. Se verifica ese conductismo ideológico en sus planes de estudio, libros de texto y normativas, que tienen como fin «preservar» una lengua minoritaria aun a costa de las libertades individuales.
Remedio
1. Hay quien aboga por una devolución de las competencias al Estado central. Sin embargo, creemos que eso no sería suficiente, pues nada garantiza, como hemos visto, que este u otro gobierno no se valga de los mismos medios para la consecución de los fines que le son más propicios. En cualquier caso, y, como primera medida, es ajustado a derecho que los padres tengan la potestad de decidir en qué lengua quieren que se eduquen sus hijos.
Un síntoma de mejoría: Disciplina
De la aplicación de los primeros remedios habría de seguirse una disminución de los problemas de convivencia en las aulas. Un mayor rigor en lo que es propio de la Enseñanza y una mayor flexibilidad en lo que compete a las decisiones de los individuos debería dar como resultado un ambiente en el que, al verse satisfechas las expectativas de un mayor número de particulares, las tensiones desaparecen. Todo ello contribuiría a acrecentar el prestigio de una institución que, a día de hoy, acarrea el sambenito de incompetente a los ojos del público.
Para acabar de cimentar ese prestigio, la selección de personal debería obervar los mismos principios meritocráticos que se establecen para evaluar a los alumnos. Es precisa una auténtica carrera profesional en la que los docentes más capaces vean reconocido su esfuerzo.
Así pues, tenemos:
– Diversificación de itinerarios.
– Exámenes externos.
– Consideración de la obligatoriedad hasta los 14 años.
– Desaparición de un discurso pedagógico oficial.
– Derecho a elegir la lengua oficial que cada familia considere pertinente.
– Procesos eficaces de selección de personal, ajustados a mérito.
– Establecimiento de una auténtica carrera profesional, igualmente basada en criterios meritocráticos.
Aunque, naturalmente, se trata de un simple esbozo, ¿cuántos estaríamos dispuestos a ir a la huelga con estas o similares premisas? ¿Qué sindicatos estarían dispuestos a hacerlas suyas? Éstas son mis preguntas.
Una cosa más: los remedios apuntados más arriba no son necesariamente los que el Individuo considera más idóneos. Ni siquiera los que tiene por más éticos. Lo que se ha pretendido es resumir los problemas más acuciantes y proponer una necesaria solución a corto plazo. Creo que la mayor parte de lo expuesto gozaría de un consenso amplio en gran parte de quienes nos dedicamos a este oficio, suficiente como para impulsar las movilizaciones que tantos, incluido el que suscribe, deseamos.
Lo que, a título personal, piensa el Individuo, queda para una próxima entrada.
«Cualquier tiempo pasado fue mejor» y hasta es posible que sea cierto, pero los intereses -sobre todo los del profesorado y los padres- van por otro camino. Su programa se vería satisfecho en el 95% con sólo derogar la normativa vigente y restablecer la Ley General de Educación de 1970 con poquísimas variaciones. No tengo la menor duda de que esta decisión sería muy bien recibida por el profesorado de Bachillerato de aquella época -pocos ya en activo- pero frontalmente rechazada por los muchos cuerpos de profesores, FP,Maestros de Taller, Profesores de EGB, con sus escalas y subescalas que vieron en la LOGSE un instrumento de nivelación acogido entonces con entusiasmo. Rechazarían aquellas estructuras profesionales. No sería fácil, aunque la matizada selección que establecía el antiguo sistema docente mejoraría el rendimiento en Bachillerato y dejaría igual, o peor, la FormaciÓn Profesional. Le veo poco futuro a su propuesta sobre todo si con ella se pretende movilizar al profesorado, a todo el profesorado. ¿Otra? A mi no se me ocurre, salvo introducir sistemas de control que garanticen un mínimo de formación en cada una de las etapas como requisito, sine qua non, para proseguir estudios en las siguientes.
Estimado Krupscaia:
Le confieso que yo también «le veo poco futuro a mi propuesta». Fíjese que, antes que una propuesta, he tratado de abreviar los puntos en los que podríamos coincidir quienes nos dedicamos a enseñar. Y, en efecto, ni aun así llegaríamos a un acuerdo, pues la doctrina logsiana ya se encargó de esparcer sus principios igualitaristas entre quienes debían impartir su magisterio.
Como decía Marx (el simpático): «Si no le gustan mis principios, tengo otros». Como digo al final del post, mis ideas sobre lo que deba ser la Enseñanza van mucho más allá de volver a estructuras pretéritas. Las expondré en otras entradas, pero mucho me temo que tales ideas, basadas en la libertad individual y no en la coerción del Estado, son, hoy por hoy, tan irrealizables como poner fin al escepticismo que nos atenaza.
Un afectuoso saludo.
La coerción normativa del estado hace tiempo que delimitó sus áreas de influencia. Llega hasta donde llega y ni un centímetro más. Los centros privados, que aplican formalmente las leyes, en su letra, se apartan cada vez más de sus principios en la práctica docente diaria. La consecuencia es que nunca, en su larga historia, han sido más demandados por quienes pueden pagarla, entre los que no faltan gran número de políticos y parlamentarios de todas las tendencias. Los centros concertados, en un segundo nivel, constiyuyen otro bastión que sin prisas y sin pausas se apartan igualmente de los postulados logsianos en silencio. Por su tradicción, por su situación geográfica y por sus relaciones, pueden capear el temporal cómodamente sin renunciar a sus conciertos y a su alumnado tradicional: miel sobre hojuelas. Y queda la enseñanza pública que hoy como ayer se desenvuelve en un permanente estado de movilidad programática, organizativa, burocratizante, normalizadora y siempre espectante. Las estructuras están establecidas y dan sus resultados. A éstas se vienen a unir las universidades privadas con idéntica finalidad de atención a un alumnado seleccionado por otras, o las mismas, vías de siempre: dinero y poder como garantía de calidad. ¿Las leyes? «Hagan ustedes las leyes, nosotros haremos los reglamentos». El gobierno, a falta de nuevos conejos que sacarse de la manga, se aparta de la enseñanza que debería constituir su principal preocupación por el camino más fácil: delegando en sus directores, sus jefes inmediatos, sus sindicatos, sus autonomías, sus pedagogías y sus padres. Mucho ruido y las mismas nueces.
Deducimos, pues, que los colegios más demandados son los que pueden apartarse de las consignas ministeriales; esto es, los privados/concertados. Que el gobierno no tiene ningún interés en hacerse responsable de los centros que tiene a su cargo; esto es, los públicos. Que esta situación sólo tiene visos de empeorar.
¿Deducimos también que acaso el papel educativo del Estado no ha de ser, precisamente, el de gestor?
Estimado Nacho Camino:
A su primera pregunta: si.
A la segunda: que una cosa es lo que debe ser y otra lo que realmente es.
Un saludo.
Nacho,
Fantástico y contundente. Es urgente que este artículo se publique en Deseducativos. ¿Das tu permiso?
Un abrazo
David, pues claro. No tienes ni que preguntar.
Un abrazo.
Es tan evidente, y a la vez parece tan lejano. Tuvimos algo parecido y ahora parece un sueño dulce que nunca se pudo tocar.
Los fundamentalistas logsianos siempre nos atacarán argumentando que sólo buscamos el alumnado seleccionado; mensaje bobo y simplista que cala muy bien en la sociedad.
La realidad es que no hay criba más letal que la actual; o te sacas 2º de BUP o acabas marginado del sistema educativo. ¡Y eso, con mano izquierda!
Lo malo, Mateo, es que el argumento al que aludes no sólo se lo creen los «fundamentalistas logsianos», sino que, en la práctica (porque en la cafetería o en los pasillos todos somos Bakunin)ha calado entre la mayoría de maestros y una buena parte de los profesores.
Gracias por tu visita. Un saludo.
Creo que APIA debería hacer suyo, literalmente, este documento.
Qué claridad más apabullante, Nacho.
Usted que me lee con buenos ojos, Fray.
Lo que tendría que hacer APIA, por lo que sé (y usted sabe bastante más que yo al respecto)es no copiar los métodos de aquéllos a quienes critican. Ya se sabe: «No basta con serlo, hay que parecerlo».
Es algo que me produce (una cierta) melancolía.