Camilos y Lanosas

1. Un sueño de Miguel Espinosa

En el libro del murciano Miguel Espinosa «La fea burguesía» (Alfaguara, 2006) se hace un retrato espléndido de la casta gobernante tardofranquista. En el capítulo 21, Camilo, uno de los gozantes al servicio del Benefactor, describe un sueño que él considera el mejor de cuantos ha tenido en su vida. Acompañado por su reverso, el paria Lanosa, accede a una extensa sala ocupada por una enorme máquina de luces parpadeantes:

«Ésta es la máquina que contiene la relación cerrada de las criaturas que sirven al Benefactor y forman la casta gobernante – expliqué a Lanosa -; se trata de un dispositivo misterioso y perfectísimo, capaz de proporcionar, en décimas de segundo, cualesquier dato sobre los gozantes. Los pequeños casilleros guardan las papeletas donde están inscritos los títulos de los poderosos; las hay de diversos colores; las marrones, por ejemplo, designan a los ministros; ¡míralas arriba! tan aparentemente humildes, resumen cuanto es y cuanto hace un hombre que se sienta junto al Benefactor. Si alojásemos una de tales cartulinas en el buzón adecuado, el ingenio comenzaría a informarnos sobre el alto gozante: los avisos se multiplicarían, las señales amarillas se transmutarían violetas, los marcanúmeros danzarían sin término. […] Si cojo mi ficha, como adviertes que la cojo, y la hundo en el buzón, la máquina devendrá en éxtasis. ¡Fíjate!»

En el sueño de Camilo, la máquina registra cada detalle del funcionario en la medida en que sus esfuerzos vitales están encaminados a servir al Benefactor. Nada hay fuera de la máquina que merezca ser tenido en consideración: lo que permanece fuera de la máquina es extravagancia, excrecencia, extemporaneidad. Inexistencia.

Así, cuando Camilo insta a Lanosa a introducir una tarjeta con su nombre en el omnisciente aparato, el invento deja de funcionar:

«¿Ves, Lanosilla, ves? – exclamé con seguridad -. Al preguntarle sobre mi figura, el juguete pasó de la existencia a la vivencia; mas al interrogarle sobre ti, ha dejado naturalmente de ser, trocándose hierro muerto. Para lo que no es mundo, no hay artefacto, y lo que no está en el artefacto, no está en el mundo».

Como es natural, al retirar la tarjeta del pobre Lanosa, la máquina se ilumina y vuelve a la vida.

«Esta máquina atesora cuanto vale y cuanto posee sentido, la única realidad. Por eso, al sacar tu ánima de sus entrañas ha vuelto a la existencia».

2. La Sociedad es la culpable

En el Diario de Sevilla de ayer, tres personas firman un único artículo. Una maestra, un inspector de educación y un catedrático de secundaria. El texto pretende ser crítico con el ROC andaluz, en especial en lo que se refiere al poder plenipotenciario que se concede a los directores. Digo que lo pretende, porque no lo consigue. Su lectura es un encadenado de contradicciones que se cierra con una conclusión de manual de autoayuda. Dos ideas vertebran el breve comentario:

a) Que el factor decisivo del fracaso escolar es «el contexto sociocultural y el nivel de estudios de los padres». Vieja cantinela que consigue dos objetivos: convertir al individuo en masa y eximir al gobernante (es decir, al gestor) de las responsabilidades últimas de aquel fracaso. De hecho, el sistema educativo vigente «aunque mejorable, no es malo». Ya que mejorable es cualquier cosa que habita el mundo, ocupémonos de la lítote: lo que «no es malo», ¿qué es? ¿Regular? ¿Aceptable? ¿Bueno? Cuaquiera de los tres calificativos previos constituye una hipérbole barroca si se emplea para describir nuestro actual cuerpo de leyes y normativas. Lo más gracioso es que, según los autores, si se detrae la variable sociocultural nuestros resultados superarían a Estados Unidos, Dinamarca y Noruega, poniéndonos a la altura de alemanes, franceses y británicos. Ya. Y si el año pasado la Federación Española de Fútbol les hubiera detraído veinte puntos al Barcelona y al Real Madrid (para, pongamos, equilibrar la variable presupuestaria) el Sevilla habría sido Campeón de Liga.

Que cosas así las diga gente con estudios es como para echarse a temblar. Con este ardid trilero, deducen que el sistema no precisa de grandes modificaciones. Quizá olvidan cuál es una de las principales misiones de la Escuela, como es la de ofrecer a los menos favorecidos la posibilidad, no sólo de realizarse como seres humanos, sino de mejorar su situación en el dichoso contexto sociocultural. Los autores invierten a su gusto las relaciones de causa y efecto. De este modo, la conciencia política permanece tranquila: El sistema falla porque la sociedad es ignorante. Jamás se plantea la lectura en sentido contario: La sociedad es ignorante porque el sistema falla. Como ya hemos sugerido, un truco más viejo que el «violín» de Tamariz.

b) La productividad es mala, o de cómo el monstruo neoliberal acecha por doquiera (risas). Sostienen los autores que, de un tiempo a esta parte, se están introduciendo en la Escuela «formas de gestión empresarial y criterios productivistas». Ah, ¿de veras? Pues a mi instituto no han llegado estas dos plagas de Egipto. Ni a los institutos de mis conocidos. En ellos, nadie pide cuentas del número de suspensos. Y el señor A. lleva siete años llegando tarde a las clases y ahí sigue, campeador. De nuevo, los abajofirmantes confunden churras con merinas. El poder concedido por la administración a los directores no está regido por criterios de eficiencia o productividad, sino de control político-pedagógico. Como los especialistas de secundaria somos particularmente renuentes a  implementar según qué cosas, la Consejería ha decidido que le faltaban tentáculos para doblegarnos. Es con este fin que otorga tales prebendas a los directores, del mismo modo que los nuevos departamentos (evaluación, calidad, formación et alii) no son sino flamantes instrumentos al servicio de un poder que, como ya ha dicho la Consejera andaluza Mar Moreno, aspira a reeducarnos (con simpáticas resonancias maoístas).

Así pues, ¿qué hacer? Según Barrera, Ballesteros y Merchán: «resolver deficiencias elementales que afectan al diario funcionamiento de los centros escolares, generar entusiasmo y complicidad entre los docentes» (aquí es cuando suena la banda sonora de «Verano Azul»).

Pues nada. Entusiásmense ustedes, sean prudentes, pacientes y delicuescentes. Otros estamos buscando una salida, por ejemplo:

3. Deseducativos

Comenzamos con un murciano y cerramos con otro. Muchos ya conocerán este blog colectivo iniciado por el profesor David López Sandoval, el mejor y más completo de cuantos, sobre el asunto que nos ocupa, puedan encontrar en la Red. A disposición del lector están los textos que diagnostican las muchas fallas del sistema. Pero también documentos que sugieren o explicitan alternativas posibles. Nada de entusiasmos y alegres excursiones a la campiña de la tibieza. Lectores y participantes del blog ya han comenzado a demandar que esas propuestas se plasmen en un proyecto de enseñanza redactado por profesores, los Lanosillas hodiernos.

Y no me cabe duda de que así sea, pues deseamos acabar con la férula idiotizante de los Camilos que, al amparo de un nuevo Régimen, aún siguen empeñados en despreciar la inteligencia.

Vale.

9 respuestas a «Camilos y Lanosas»

  1. Pues, Nacho, no puedo estar más de acuerdo con este análisis suyo, así como con otros anteriores en este estupendo blog.

    Desde luego, ver cómo en tiempos críticos, en estos pedregales de corrupción educativa, florecen blogs como el suyo, el de «Cabreado», o el de «Deseducativos», supone una inyección de ánimo y esperanza para todos.

    Gracias por su iniciativa y esfuerzo. Y felicitaciones por la calidad de su trabajo.

    1. Gracias a usted, Profesor, por su visita y amable comentario. Le he leído tantas veces en los foros apianos que ya le tengo por parte de la familia.

      Como dicen los argentinos: ¡Vamos todavía!

  2. Amigo Nacho, déjame discutirte algo, pues sin querer quitar mérito a «Deseducativos» creo que el mejor blog del tema que conozco es el tuyo. La calidad, la variedad y la inteligencia que en él asoman son doblemente meritorios al ser labor de una sola persona, profesor además.

  3. Amigo Tannhaüser: viniendo de alguien como usted, el elogio es doble; aunque, en mi opinión, exagerado.

    Le agradezco sus palabras, y confío en que sea la suma de estos foros lo que contribuya a mejorar las cosas (así como espero no haya reparado en mi mueca escéptica al acabar la frase…)

    Un abrazo.

    1. Gracias, David.

      Por cierto, este paisano tuyo, Miguel Espinosa… Desde que leí al Bernhard de «Maestros Antiguos» tengo la admiración incondicional por algo paralizante. Pero este hombre… ¡es extraordinario! No me explico su escasa repercusión, porque él solito se merienda (con todos los respetos) a Celas, Delibes, y, ya no digamos, a Mariasnos (copyright:La Fiera Literaria), Muñoces Molinas y demás escribidores del star system.

      Como decía Andrés Montes (q.e.p.d.): ¡Jugón!

  4. Unas casas editoriales, que, por vez primera en España, crearon sus nóminas particulares -y casi inmutables- de autores, y el boom de lo que se llamó a finales de los setenta novela popular de calidad -cuyo mayor exponente en aquella época fue «La verdad sobre el caso Savolta», de Eduardo Mendoza-, hicieron que la estrella de Espinosa nunca brillara como se merecía. El caravaqueño ha sido, hasta la publicación de «La fea burguesía» por Alfaguara, un escritor secreto. La excelencia de su estilo y la profundidad de contenido no están destinadas para el gran público, y ni siquiera -me temo- para la mayoría de los críticos.

    Yo, a pesar de su «Escuela de mandarines» -que confieso me costó digerir- y de la susodicha «La fea burguesía» -que tendría que volver a leer algún día-, me quedo con dos pequeñas grandes obras maestras a las que acudo de vez en cuando y que te recomiendo con voz entrecortada por el fervor que me suscitan: «Asklepios» -que ocupa un lugar destacado en mi educación sentimental y literaria- y un ensayo: «Reflexiones sobre Norteamérica», imprescindible y lucidísima mirada a un país que por aquel entonces -su primera edición es de 1982- cualquier intelectual español -sobre todo si éste resultaba ser escritor- sólo tenía en cuenta para gritar: yankee go home!

    Un saludo.

  5. Asklepios… ¡Por supuesto! Las «Reflexiones» no las he leído, pero creo que voy a salir en su busca.

    No es fácil Espinosa, no. Pero tampoco lo es Joyce.

    Será que por estos lares peta más el «rollito Almudena Grandes».

    Saludos.

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