Veíamos en la entrada anterior cómo los mejores sistemas educativos tenían en común tres objetivos fundamentales:
1. Atraer a los mejores docentes. 2. Desarrollar la eficiencia profesional de éstos. 3. Garantizar una instrucción general basada en estándares de excelencia.
Estos tres objetvos deben partir de unas condiciones fundacionales básicas: evaluaciones rigurosas, expectativas claras, apoyo diferenciado para docentes y estudiantes, y suficiente financiamiento, instalaciones y recursos.
El primer objetivo se logra «por medio de un ingreso a la capacitación docente altamente selectivo, procesos efectivos de selección de los aspirantes más apropiados y buenos salarios iniciales. Con estas premisas se eleva el estatus de la profesión, lo que facilita la atracción de candidatos aún mejores». Y, ¿saben cuál es el atributo docente más valorado y que mejor incide sobre los logros académicos? El nivel lingüístico, medido en razón del vocabulario y de otras pruebas estandarizadas. Otra constatación: enseñar es un acto de elocuencia, de maestría retórica. De tan obvio, es posible que a muchos se nos haya olvidado.
Pero es que, además, dichos sistemas «reclutan a sus docentes en el primer tercio de de cada promoción de graduados». El primer 5% en Corea del Sur, el 10% superior en Finlandia y el 30% superior en Singapur y Hong Kong. Es decir, se selecciona a los mejores cerebros. A la inversa, prosigue el informe, los peores sistemas «rara vez atraen a la docencia a las personas adecuadas», que en muchos casos proceden del tercio inferior de sus respectivas promociones.
Otro procedimiento selectivo que parece dar buenos resultados es el que se ha empezado a utilizar en Inglaterra, «pionera en el uso de técnicas de marketing y reclutamiento tomadas de los negocios para elevar la oferta de postulantes calificados». La mayoría de estos sistemas admiten que pueden cometer errores, y también han desarrollado mecanismos para despedir a docentes ineficaces.
En Finlandia, apenas 1 de cada 10 candidatos es aceptado como docente. En primer lugar, debe proceder del 10 o 20% superior en su promoción. Luego es sometido a una evaluación sobre aritmética, lengua, resolución de problemas, conocimientos y capacidad académica en general (procesamiento de datos, razonamiento y capacidad de síntesis). Más adelante, una serie de entrevistas y ejercicios grupales evalúan su motivación para enseñar y aprender, así como sus habilidades comunicativas e interpersonales. Una vez completado este ciclo, las escuelas reclutan a sus profesores individualmente.
Si la selección de personal se rige por criterios de mérito y eficiencia, el desarrollo profesional de estas capacidades dista mucho del planteamiento habitual en nuestro sistema educativo. La formación pedagógica que se facilita a los futuros docentes no se basa en peregrinas teorías fuertemente ideologizadas, ni en apuntarse a un sinfín de cursillos inútiles e infantiloides: «Cada docente debe informarse acerca de mejores prácticas específicas. En general, esto sólo puede lograrse por medio de la demostración de tales prácticas en un contexto real. […] La noción de que las ideas externas por sí mismas derivarán en cambios en las clases y en las escuelas tiene graves defectos como teoría de acción». Esta última frase pueden apuntársela en su diario nuestros políticos, los sindicatos verticales a los que subvencionan y los pretendidos «expertos» que martirizan al gremio con ponencias sobre, pongamos, la salud de género en un contexto educativo multicultural. Los peores sistemas apenas dedican una pequeña proporción de su oferta formativa al entrenamiento en escenarios reales (a diferencia de lo que ocurre con médicos, enfermeras, religiosos, abogados o consultores), «el lugar donde ésta sería lo suficientemente precisa y relevante para lograr la mayor efectividad». En Japón, por ejemplo, docentes experimentados en cada materia brindan entrenamiento persona a persona. En Inglaterra, los mejores instructores reciben menores cargas horarias de clase con el fin de que dediquen más tiempo a ayudar a sus colegas novatos. Asimismo, los nuevos docentes son eximidos en su primer año de cierto número de horas lectivas, de modo que puedan dedicar más tiempo a mejorar su planificación y capacitación. Exactamente lo contrario de lo que ocurre en España, donde los profesores en prácticas son arrojados a los leones sin más pertrecho que su propia ilusión y, acaso, un par de sumiales. Del mismo modo, los requisitos para acceder a la dirección de las escuelas son especialmente exigentes. A éstos, remunerados con salarios altos, se les libera de cargas administrativas y son considerados «líderes de instrucción» que dedican su tiempo a supervisar problemas educativos y no a rellenar cientos de inútiles informes.
En lo que respecta al apoyo personal de los alumnos, se describe el caso finlandés. Como promedio, hay un docente de educación especial por cada siete maestros de clase: «Los docentes especiales brindan apoyo uno a uno o en pequeños grupos a los estudiantes en riesgo de sufrir retrasos, y asisten al 30% (¡!) de los alumnos de una escuela cada año.» «La educación especial ha sido desestigmatizada en Finlandia, por dos razones. Primero, por el alto número de estudiantes que toman parte en el programa. En segundo lugar, por la práctica de enviar también ocasionalmente a los mejores alumnos a recibir una instrucción adicional: esto pone en claro que la intervención no es necesariamente señal de bajo rendimiento».
Una constante de estos sistemas es que fijan altos objetivos y luego monitorean su labor en comparación con las expectativas iniciales. Como dato que podría despertar algunas conciencias, las puntuaciones de estos países en PISA muestran escasa correlación entre los resultados y el entorno familiar de cada estudiante.
Por último, las únicas Comunidades de Aprendizaje que se manifiestan en los sistemas estudiados las componen profesores de las distintas disciplinas, quienes analizan, desarrollan y comparten periódicamente una serie de lecciones modelo.
Después de este resumen, sólo nos resta establecer una serie de conclusiones. Pero eso será en la siguiente entrada.