Camino de perfección

La AGAEVE (Agencia Andaluza de Evaluación Educativa) debe de ser algo así como un remedo contemporáneo de Los Campos Elíseos.

Recordemos la mitología:

«Un lugar sagrado donde las sombras de los hombres virtuosos y los guerreros heroicos llevaban una existencia dichosa y feliz, en medio de paisajes verdes y floridos».

Y qué duda cabe de que la virtud es cualidad muy extendida en la Administración andaluza, siendo así que quienes habitan este reverso del Tártaro componen un organigrama al que, muy idiosincráticamente, «no le farta de ná».

Celia Cruz diría que «no hay cama pa tanta gente», pero sí que hay, sí. A fin de cuentas, la sede de este cielo pedagógico está en el municipio de Camas (Sevilla), aunque quizá rodeado, no de hermosos parajes, sino de elípticas circunvalaciones.

«Aún así las personas que residían en los Campos Elíseos tenían la oportunidad de regresar al mundo de los vivos, cosa que no muchos hacían».

Aquí la analogía es implacable, excepto por lo del receso. No se conoce el caso de alguien que, habiendo pastado en las verdes praderas burocráticas, haya regresado al «mundo de los vivos»; esto es, de los currelas. De hecho, abunda el tipo de experto que apenas ha padecido una existencia mortal, por aquello de que en la sombra transmundana de la Unta se vive mejor. Y es que la sombra es muy apreciada en Andalucía. Sobre todo en Junio, en una guardia de recreo al cuidado de quinientos adolescentes exudando joie de vivre.

¿A qué se dedica, pues, toda esta gente en su retiro dorado? Pues a lo que todos los idealistas de la cosa pública: a forjar al nuevo hombre. En este caso, a establecer el paradigma de profesor «excelente». Digo yo que hecho a imagen y semejanza de tantos guerreros heroicos como pueblan la Agencia Elísea. Quizá, es un poner, aunando lo mejor de sus dilatadas trayectorias como docentes.

Para esa forja, el hacedor necesita buenas herramientas. Y la estirpe de los agaeveños las ha encontrado en lo que se denominan Estándares profesionales de referencia:

Estándares profesionales de referencia:

Normas o criterios del modelo de acreditación o certificación de la AGAEVE que sirven como patrón para la mejora. Hacen referencia al cumplimiento de un descriptor en aquellos niveles de calidad que se consideran mínimamente aceptables en el camino hacia la excelencia entendida como el nivel máximo alcanzable. Los estándares se validan, mediante técnicas de pilotaje o juicio de personas expertas, identificando aquellos elementos considerados clave para mejorar los resultados del proceso de enseñanza-aprendizaje, la satisfacción de los grupos de interés y el itinerario hacia la mejora. En el caso de la función docente, los estándares profesionales deben expresar adecuadamente el conocimiento y la destreza de los docentes en toda su profundidad y complejidad. Tienen, necesariamente, que centrarse de modo específico en un determinado campo de competencias vinculadas a metodologías, didácticas o técnicas que caractericen dicho puesto de trabajo. Estos campos pueden responder tanto a ámbitos de conocimiento (áreas de competencias, familias profesionales) y niveles de enseñanza como a la función principal que se desarrolle, o, también, a una combinación de ambos.

La estandarización es lo que tiene: que crea, en el legislador, agente o arbitrista, la necesidad de proferir un dogma. Y, así, necesariamente, el puesto de trabajo se caracteriza por una metodología o una didáctica concretas que lo definen. De forma nada inocente, las herramientas de evaluación no están pensadas para descubrir al profesional excelente, sino para detectar a quienes no se ajustan al modelo que las mismas herramientas prefiguran. Es decir: para señalar al que se escapa del molde.

Si el trabajo de un profesor fuera tan simple y mecánico como el de quien ensambla piezas en una cadena de montaje, tendría sentido hablar de una técnica estandarizada. Pero la enseñanza, excepto para estos tecnócratas de prosa piloto, es cosa muy distinta. Tan es así, que la Constitución y la jurisprudencia protegen el derecho a la libertad de cátedra, no sólo en lo que se refiere a los contenidos de la misma, sino también en lo correspondiente a los métodos que se emplearán para transmitirlos. En un Estado de Derecho, no es competencia de los agentes públicos establecer una metodología oficial en ningún campo del conocimiento. Eso es propio de dictaduras capaces de premiar a sus particulares lissenkos, aun a costa del rigor científico.

Con estas premisas, poco ha de sorprender el decálogo de 13 puntos (lagarto, lagarto) que, como unas nuevas tablas de la Ley, establece la AGAEVE para designar al profesor excelente. Nótese la indiferenciación de niveles: en este Kempis pedagógico caben el especialista en Infantil, el maestro de primaria y hasta el último Rey de Escocia, esto es, el casi extinguido catedrático de Instituto. Por lo que, habremos de inferir, para la AGAEVE – y siempre según su propia definición de estándar profesional – todos estos niveles son suceptibles de compartir, no ya una metodología común, sino también una didáctica. Ya se sabe: del aprendizaje de las vocales a la Crítica de la Razón Pura, todo el monte es orégano competencial.

Revisen con atención cada punto. Pregúntense cuántos de ellos cumplen y, en caso de faltar a cualesquiera de estos mandamientos, hallen la forma de enmendarse. Hasta hoy estábamos ciegos y viajábamos sin rumbo por las agitadas aguas del saber. Ahora ya conocemos el modo de alcanzar la «excelencia».

Con un poco de voluntad, es posible que algún día la sombra del profesor que fuimos habite las plácidas Llanuras Eliseanas.

Amén.

P.S.: Más enlaces sobre AGAEVE-YAHVÉ en esta entrada de El profesor cabreado.

Calle del Circo, 41001 Sevilla, España

10 respuestas a «Camino de perfección»

  1. Añado cita «eliseana»:

    «¡Alegría, hermosa chispa de los dioses
    hija del Elíseo!
    ¡Ebrios de ardor penetramos,
    diosa celeste, en tu santuario!»

    (Schiller en la Novena)

    Igual cantan esto como rito iniciático. Pero sabemos que no, como mucho el «Dale alegría a tu cuerpo, Macarena».

  2. Por qué será que no me sorprende que en esos 13 puntos del «profesor excelente» no se menciona absolutamente para nada QUE DOMINE ADECUADAMENTE LA MATERIA QUE IMPARTE…

  3. Lisenko. Hace años que dí en leer una recopilación de sus «hazañas» en una revista que revisaba la ciencia soviética de antes de la caída del muro, y cómo pudo sobrevivir (a durísimas penas) a los efectos de este «renovador de la nada».

    Leer el absoluto desastre, el arrase intelectual y material que puede hacer un «inepto con poder», un enajenado mental que vive en el pensamiento alicia, (¿de qué nos suena esto?), es desolador.

    Imaginar a los científicos que tuvieran que trabajar siguiendo las directrices de los lisenkos que en el mundo han sido no es nada difícil, lo estamos viendo y sufriendo en directo ahora mismo.

    En los últimos gobiernos hemos disfrutado de varios lisenkos, empezando por la ministra pixi-dixi, aquella otra de las zapatillas kelifinder (¿o eran handerklander?), la de las «soluciones habitacionales», la inmensa aido-lisenko, grande, «genial» en su lisenkomanía, leire-lisenka…

    De veras que no pretendo ser machista, pero es que al volver la vista atrás son las primeras lisenkistas que me vienen a la memoria. Pero seguro que podemos encontrar ejemplos tan buenos o mejores entre «los machos», o entre los no-machos/no-hembras. ¡Zerolo! casi se me olvidaba, grande también, y lisenkista de pro.

    Pero todos ellas palidecen ante lisenko-ZP. ZP y sus lisenko-mariachis. El horror.

    En el otro lado no hay nada que atraiga y emocione, pero estos lisenkos están decididos a arrasar con todo lo que era. Han decidido construir el «hombre nuevo», como en otros «paraísos reales», y ya estamos viendo que las consecuencias no van a ser diferentes a las que se obtuvieron en los intentos anteriores. Tan sólo serán más devastadoras porque cada vez disponen de mayor potencia de fuego arrasador.

    No aprendemos de la historia, y estamos condenados a repetirla.

    Y yo también creo que en el hilo musical de las oficinas de la AGAEVE, y en la Andalucía oficial toda, no deja de sonar el «dale a tu cuerpo alegría Macarena…» que pagan los pardillos estos.

    Nacho, sigues estando «sembrao» en estos artículos.

  4. Estas gentes están fumaos para dedicarse a escribir tamañas necedades: o no han pisado una clase de secundaria en su vida, o las vieron de lejos y se han prometido que ahí, seguro, no quieren estar.
    Aunque, desde luego, reconozco que tienen arte: hay que ver el organigrama-chiringuito que se han montado los amiguetes, y la palabrería hueca que ha escrito el pedagogo drogata para el decálogo (¿se le acabó la grifa y por eso no hizo once en vez de diez mandamientos, o era reminiscencia de cuando su etapa de monaguillo?).
    Saludos, y a pasar de estos flipaos, que son solo una pandilla de vagos y de locos a los que conviene no hacerles mucho caso (pero jode lo que cobrarán por parir estupideces).

  5. Pasarán a la historia de la estulticia humana como Lisenko. Están bien ahí, en la agencia, como en su caja los gusanos de seda haciendo el capullo. Si algún día, algún político con capacidad intelecual y respeto por la cultura de los que en rara ocasión ofrece la cepa hispana, quiere poner orden en este burdel, ya sabe por dónde empezar a limpiar.

  6. Casi prefería la idea del profesor de «alto rendimiento» como aquel que conseguía mayor número de aprobados, aunque fueran regalados. Lo del decálogo del Profesor Competente, Avanzado o Excelente apesta a Secta Pedabóbica. Nunca pensé que el sistema público de enseñanza convirtiera al profesorado en la orden pedabóbica de «L@s Esclav@s del Analfabetismo». Se empieza por la ayuda constante, la solidaridad, la mediación, la generosidad y el buenismo entre los numerarios de la comuna educativa y se termina por el voto de castidad intelectual previo al estado de Santidad Epistemofóbica

  7. «Camino de perfección», ja, ja, ja, ja… Cójase, al azar, cualquier frase o párrafo de cualquier punto del «DECÁLOGO». Intercámbiese por cualquier otra frase o párrafo, también al azar, de cualquier otro punto de dicho documento. Hágase esto varias veces, mezclando frases de aquí y de allá, cambiando puntos, alterando órdenes. ¿Resultado? Exactamente el mismo. No cambia nada. Haga la prueba, oiga.
    Cuando termine, coja el papel, llévelo a su esfínter, limpie todo bien, tire de la cadena y participe en el próximo concurso de traslados a cualquier comunidad española donde la enseñanza no esté en proceso de nazificación

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