Con el Sr. Wert uno tiene la obligación de actualizarse casi a diario. Cuando pensamos tener una idea aproximada de lo que se propone, el ministro nos sorprende con una larga cambiada y reduce los análisis previos a la obsolescencia de una crónica deportiva. Wert habla mucho, y, cuanto más habla, más poderosa es la sensación de que lo hace siguiendo criterios demoscópicos antes que convicciones propias. Lamentablemente, este es el signo de los demagogos. Y su método, la improvisación.
Viene esto a cuento de una entrevista en ABC, donde el ministro explica los pormenores de su incipiente LOMCE. En la edición impresa, el sociólogo afirma:
Cuando se hace una referencia, a mi juicio mal intencionada y completamente equivocada, a las reválidas, lo que se está intentando poner de manifiesto es que se están creando barreras para dificultar el progreso del alumno. Y esto es absolutamente falso. […] Nuestro esfuerzo tiene que ir dirigido no solo a que aprenda cosas, sino a que esté en disposición de seguir aprendiéndolas toda la vida. Y de ahí que las evaluaciones externas no tienen nada que ver con las reválidas, porque no van a ser pruebas de conocimiento, van a ser pruebas de competencias. (23 de septiembre de 2012).
Quiero recordarle al lector que de estas pruebas tenemos de sobra, nacionales e internacionales. Pruebas de diagnóstico, Pruebas ESCALA, PISA, PIRLS, etc. No están concebidas para detectar la excelencia, sino para establecer el porcentaje de analfabetos funcionales que moran en el sistema educativo. Es evidente que un burócrata o un pedagogo no le dirán esto, pero se lo digo yo. Los asiduos de esta bitácora conocen mi parecer sobre lo que se ha dado en llamar “competencias básicas”, cuyo propósito no es otro que dispensar una formación de baratillo a generaciones de futuros currelas. Si las pruebas de las que habla Wert se parecen a las que yo mismo he debido corregir, efectivamente, no tienen nada en común con una reválida “de las de antes”. Como tampoco guardan relación alguna con cualquier examen de una mínima exigencia académica. En estos carísimos cuadernillos abundan las fotitos, las flechas, las crucecitas y las respuestas monosilábicas. Algunas cuestiones sonrojan por su simpleza y por el afán de insertar sus contenidos en contextos “chachis”, “mú daquí” y “mú dahora”. De vez en cuando, claro, se cuela alguna pregunta nutritiva, precisamente cuando presupone algún conocimiento concreto y se omiten las pistas escandalosas del tipo “une los puntos en línea”.
Pero nada escandaliza más que un Ministro de Educación abjurando del “conocimiento”, esa bicha inmunda, como si transmitírselo a los estudiantes fuera algo tan vergonzoso como pasarles jaco. “¿Conocimiento? No, tío, yo no sé nada de esa mierda. Te equivocas de hombre”. No, no, Wert no suministra ese tipo de mercancías, ¿cómo se le ocurre?: él también receta metadona en el Sanatorio Competencial.
Es triste admitir que cuanto uno pueda leer en los sucesivos borradores de la nueva Ley puede ser refutado en cuestión de segundos por el propio hacedor de la martingala. ¿Qué credibilidad tiene un código cuyos principios son impugnados por el principal responsable de su cumplimiento? No obstante, es todavía más triste comprobar cómo el legislador de la excelencia asume poco a poco el lenguaje del adversario: sus modismos de political correctness, su talante equitativo, su aversión a las ideas vigorosas y las palabras fuertes.
Seguiremos a la espera de noticias, aunque uno ya teme que, a este paso, lo que se apruebe próximamente en el Congreso sea… la LOE.
¡Cuánta razón tienes, ay!
En realidad, todo se ha quedado en promesas. Y todavía falta por ver qué entienden por «pruebas externas». Yo me temo que las corregiremos los de siempre con las mismas crucecitas de siempre y el mismo inmenso gasto absurdo de dinero que suponen las de diagnóstico repetido por tres.
Magnífico el paralelismo que haces entre el conocimiento y la droga. Me temo que nos queda, Nacho, toda una vida de metadona.
Pues sí; era casi lógico que no lo iba a tener fácil. Sacar una reforma educativa adelante con todos el lobby progre-gogo en contra, es tarea de héroes. Pero si tu principal valedor, es el mismo que le pone la puntilla definitiva para terminar de enterrarla antes de que haya nacido, pues está claro.
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Pero nada escandaliza más que un Ministro de Educación abjurando del “conocimiento”, esa bicha inmunda, como si transmitírselo a los estudiantes fuera algo tan vergonzoso como pasarles jaco. “¿Conocimiento? No, tío, yo no sé nada de esa mierda. Te equivocas de hombre”. No, no, Wert no suministra ese tipo de mercancías, ¿cómo se le ocurre?: él también receta metadona en el Sanatorio Competencial.
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Genial descripción del miedo que tiene este hombre a ser tomado por alguien que promueva la trasmisión de conocimiento (pecado de alta traición en la España de hoy) en los Institutos de Enseñanza, a los que habría que cambiar el nombre de una vez a «de (in)Competencias».
Ese párrafo es demoledor. Y muestra más claramente que cualquier sesudo análisis lo que podemos esperar de Wert y «lo de ahora».
Si alguien esperaba «algo diferente» (lo que fuera, aún escaso) a la fábrica de aidos y pajines, ya tiene la respuesta a sus oraciones: más aidos y pajines, si acaso con otro peinado, para que parezca que algo ha cambiado.
Pero las mismas «competencias», sin necesidad de conocimiento. Más aún, seguiremos penalizando el conocimiento.
Lasciate ogni speranza (si es que alguien la tenía). Seguimos siendo «el objetivo».
Buen dardo. Un saludo.
Políticamente incorrecto. En tu línea . Hasta los mismísimos Smiths.
Hola, Nacho. Mucho ha que no frecuento el ordenador. Cuando lo retomo, compruebo que siempre es buena idea pasarme por aquí. Excelente artículo.
Mira, me lo dijeron hace unos días unas primas de trece años:» no nos gustan los chicos españoles (ellas están enamoradas de ídolos musicales ingleses) porque son todos unos canis». ¿Canis? Yo, ya algo apartado del mundanal ruido y las nuevas jergas, desconocía el significado del palabro. «Sí, canis. ¿Sabes lo que es una choni?» «Sí, eso sí». «Pues un cani es lo mismo que una choni pero en chico».
Si unas crías de trece años ya saben que este país se ha convertido en un gran polígono, ¿qué esperanza hay? La acción de los progres ha sido devastadora. Wert no hubiera podido enderezar el entuerto ni con un discurso coherente, ni siquiera manteniendo aquello del conocimiento en sus declaraciones. Se dio cuenta a tiempo que este polígono llamado «país» (lo de España está proscrito, y perdón) no tenía solución. En consecuencia, se unió al enemigo. Los abanderados de las competencias ya no tienen competencia. El único elemento que cohesiona a los españoles es la ignorancia: nada nuevo bajo el sol.